sábado, 30 de diciembre de 2006

Relato breve

Se llamaba Enrique, y nació en tierra salmantina, a la sombra del la alta montaña de la Peña de Francia. Desde niño le dominaban dos grandes ideales: la fe y la cultura. Dos caminos que había de recorrer a lo largo de su vida. Ellos eran sus dos grandes amores y su vocación más arraigada. Por eso trataba de llenarse de los contenidos que le ofrecían los pocos libros que había en casa de los padres.

Caminaba yo, a paso lento, por la calle de la Compañía, con mis ochenta y un años a cuestas para participar en una de las clases, como alumno de la Universidad de la Experiencia. A la entrada de la Pontificia, me encontré con Enrique, paisano, amigo y compañero en esas lides de la cultura que se había promovido en Salamanca.
-¿Te has fijado - me dijo Enrique- en el acontecimiento insólito que ha supuesto para nuestra ciudad, la creación de esta Universidad para mayores ?.
- Claro que me he dado cuenta. Y no solamente por la magnitud
del colectivo, sino por su entusiasmo. Yo creo que la Universidad de la Experiencia es un nuevo camino de vida para nosotros.