martes, 30 de enero de 2007

El silencio interior

El silencio no es solamente la ausencia de ruidos que pudieran llegar a nosotros, como el silencio de la noche, el de los campos, los silencios de la música, o tantos otros silencios.
Hay un silencio especial y distinto, activo, dinámico y vital, que es el silencio de lo escondido, que sólo lo perciben los oídos del alma.
Lo poco que he podido gustar de él, me dice que es un silencio deleitable. La voluntad no lo podrá traer a nosotros por mucho que nos esforcemos, porque no se logra con el propio esfuerzo, sino que se da gratuitamente. Por eso hay que esperarlo
y acogerlo cuando llega. Porque sin duda vendrá.
Estamos hablando del silencio interiór, ese que dice lo inefable.
No es ninguna sombra de ningún ruido. Es un silencio que se siente en lo más hondo y que interpela a todo hombre con estas palabras:"¿Qué buscas?","¿hacia dónde caminas?" ;preguntas que reclaman una respuestas definitiva. Porque el hombre viene del silencio y camina hacia él. Hay como una convocación del silencio y para el silencio. Una realidad integral de palabras, gestos y hasta celular.
Pero no hablamos de la palabra que se calla, ni de los pasos que se detienen: se trata de un silencio del que brota la vida. Un lugar para la oración y la libertad. Un silencio vivo, elocuente, dinámico, que construye, que purifica. Este silencio no se puede decir, pero se debe hacer. Una aventura maravillosa.
La clave y razón de ser del silencio interior en el hombre es el conocimiento de sí mismo .Es el silencio de nuestro espíritu y de nuestro corazón, vida de nuestra vida.
Este silencio es el espacio en el que se permite rezar por el criminal y por el engreído y por el envidioso, porque ves en ellos los hermanos, según te los descubre tu corazón de amor. Esto tiene toda la fuerza del misterio. Porque en este silencio se puede hacer de la vida una oración en la que haya un hueco para los demás.
El silencio interior es aquel en el que somos y esperamos, y donde siempre nos aguarda el amor. Dios puede ser ese silencio, morando en el silencio de nuestro corazón, en el que va dejando su hermosura.
No se justifica nunca, ve las cosas con objetividad y se deja ver como lo más maravilloso. Símbolo del interior del hombre, es lo secreto de su corazón.
Dice el P. Moratiel que el silencio es trascendencia de todo ego. Es fidelidad a todo: a cada flor, a cada mirada, a cada atardecer, a cada palabra. Es feliz con lo que tiene y con lo que es. El hombre puede ser feliz con poco. Mejor, con nada. El silencio vuelve al hombre nada, pero ese nada es el todo de Dios. En nosotros está todo, porque está Dios.
En el fondo del silencio está la mística, donde se vive el misterio de la acogida del alma amada por el amado. En ese silencio se desarrolla la oración silenciosa, en la que todo es placidez, porque no habrá ninguna tensión. Hay que despojarse de los juicios, de los deseos, de las preocupaciones...
En el silencio nos transcendemos a nosotros mismos con todas las inquietudes. Es necesario desvanecerse en el yo para encontrar la calma del silencio. Porque el silencio va a llegar a mí, cuando viva la presencia de Dios en mi vida y experimente la resurrección a una vida nueva.