domingo, 31 de diciembre de 2006

Isidro Marcos de Paúl

Nació en Cereceda de la Sierra, (Salamanca). Siempre le acompañó una afición de lector infatigable, por lo que siempre fueron su pasión los libros, cultivando la literatura desde muy joven, especialmente la poesía. Sin embargo, su primer libro fue una novela corta, El albercano, seleccionada para el premio "Mariano Núñez Alegría" (1956) y publicada en "El Adelanto", diario bien conocido de Salamanca.
El primer libro de versos, Mis romances (Salamanca 1984), canta la belleza y la historia de la ciudad del Tormes. El segundo poemario, Desde la vida (Bilbao 1987), acoge los sentimientos más íntimos del autor, sus confidencias amorosas y místicas en un tono esencialmente lírico. Y en Las venas de la rosa (Astrofuente, Salamanca 1992), el autor, siempre enamorado de su tierra, quiso regresar a los rincones del terruño, a su agua, a su paisaje, a su primer hogar, adormecidos en la bruma del tiempo. Como resumen y compendio del quehacer poético de todo este tiempo, en Poemas líricos (Editorial Estío, Miranda de Ebro 1996) encuentran cabida sesenta variadas composiciones, que corresponden a distintas etapas de su vida. En el temblor del río (Salamanca 1996) ofrece las vivencias del autor, tal como afloran en el palpitar del simbólico día de su vida. Finalmente, por lo que se refiere a su obra poética publicada, Florilegio (Universidad Pontificia, Salamanca 2001), que el autor califica como obra íntima, espiritual y mística.
Al lado de su actividad poética, Isidro Marcos de Paúl se ha ocupado también del maravilloso mundo de la infancia, escribiendo narraciones y poemas para niños, entre los que cabe destacar Poemas para niños (Diputación de Salamanca, 2004), así como un libro de relatos cortos y cuentos, a más de colaborar en diversas revistas y periódicos.
Su afición por las artes plásticas lleva a Isidro Marcos de Paúl a adentrarse en el mundo del dibujo por ordenador, terreno en el que posee una extensa producción.

sábado, 30 de diciembre de 2006

Villancico navideño

Cirilo está cojo,
”Polilla”es su perro,
“Pituso”, el chivito
es alegre y negro.

El pastor Cirilo
con el zurrón puesto,
las botas de goma
y el raído sombrero
cuida de sus cabras
por el monte viejo
y toca que toca
la flauta y el cuerno.

El Niño no tiene
siendo carpintero,
ni cunita blanda
ni triste tablero
donde el pobre pueda
conciliar el sueo,
que sólo en sus padres
tiene su consuelo.

Es la Noche Buena,
Cirilo y su perro
“Polilla” convocan
al chivito negro,
y los tres amigos
caminan contentos
al Belén del Niño
por si tiene miedo.

Cirilo,”Polilla”
y el “Pituso” negro
llegan al pesebre
cantando, corriendo,
llenando el establo,
licencia pidiendo,
toca que te toca
la flauta y el cuerno.

Ellos van cargados
con presentes buenos;
Dicen a José:
“Hola carpintero”.
A María le gritan:
“Todos te queremos”.
Y siguen cantando
villancicos bellos.

Cirilo está cojo,
“Polilla” es su perro,
“Pituso” el chivito
es alegre y negro.

Al Niño despiertan
cuando está durmiendo
toca que te toca
la flauta y el cuerno:
“Un panal de miel
Jesús te traemos
y leche de cabra
con pan de centeno.

“Polilla” te trae
un palo muy seco
por si tienes frío
avivar el fuego,
esta larga noche
de tan crudo invierno,
con un villancico
que te sabe a queso.

“Para tu cunita
y con muchos besos,
una hoja muy seca
el chivito negro,
“Pituso” ha cogido
en el monte viejo
para tu blandito
y dulce aposento”.



A María y José
también le traemos
en nuestro zurrón
de lo que tenemos:
bellotas criadas
donde pastoreo,
entre las encinas
donde está mi anhelo.

Y los tres amigos,
siempre muy contentos
ven reír al Niño
en pesebre nuevo.
Así se despiden,
muy felices, luego
por la calle abajo
corriendo se fueron
toca que te toca
la flauta y el cuerno.

Cirilo está cojo,
“Polilla” es su perro,
“Pituso” el chivito
es alegre y negro.

Villancico 2001

El Hijo de Dios, que nace,
niño pobre en un portal,
es la luz y la alegría,
es la paz y la verdad.

Es amor y es esperanza,
Feliz hijo de María.
Es un camino de vida
Que a todos los hombres guía.

La noche de Navidad,
Tiene estrellas, tiene luna
Y un Niño Jesús, echado,
Que duerme sobre la cuna.

La Virgen y San José,
Ríen y lloran de emoción
Porque Dios le ha regalado
El más delicioso don.

Jesús es a nuestra vida,
Un camino de humildad
Por él nos viene el amor
Que nos trae la Navidad.

Pastores y Reyes van
hasta el Portal de Belén.
Vayamos también nosotros,
para alegrarnos con él.

¡FELICIDADES!

La poesía de Angelina

Angelina presentó su obra poética el día 24 de Abril, en la Asociación de vecinos del barrio de San Vicente, realzando así las Fiestas Patronales.
Estuve con ella en la mesa y di lectura a este ensayo mío, que viene a ser como un eco o resonancia de su recital.


Apertura de mente y de corazón;
fluir de sentimientos.
Poesía intimista, sentida y honda.
Siempre descubriendo caminos
y fuentes de alegría.
Esperanzas fundadas...
Pensamientos que vuelan...
Alusiones e inquietudes...
Sensaciones dormidas...
Palabras con ritmo y calor.
Temores callados...

“Escalando cumbres se divisa el mar”:
simbólicas rutas.
Caminar con la soledad...
Las nubes se llevan la luz del sol.
Poesía de lo cotidiano, de lo sencillo,
sentimientos, con destellos de luz,
dotados de musicalidad.
Canto al amor que llena la vida.
Composición lograda,
hilvanada por complacencias.
Palabras de gran belleza.
La alegoría y la metáfora,
se llenan de la poesía honda.

La poetisa siempre quiere indagar
lo que le pasa, y por qué.
Añora lo positivo de la vida,
que son dones de amor.
La poesía, viene a ser un reflejo

del interior del alma.
“Senectud”: experiencia de vida,
pensamiento, reflexión, recordar...
Bulle la belleza por todos los versos.
La firmeza hace fuerte la voluntad...
“A mi casa de la Alberca”: ¡La admiro, sin conocerla!.
El recuerdo de tu padre está en la raíz de tu vida
“Cartilla de escolaridad”: Biografiando...
Poema emocionante, intimista y vivencial.
“Mi pasado y yo”: Carnet de identificación.
“Internado”: Es la vida contada, hecha poesía.
“No sé cómo llegó a mí la poesía”:
La poesía nació contigo, está dentro de ti;
en ti vive y de ti fluye, con destellos de belleza y de vida.
Mitad del alma, mitad del corazón.
¡Ay, los caminos humanos!.
Ellos nos llaman y nos llevan.
“Huecos que pesan”: y que aligeran.

De todas esas cosas que te pesan en tu vida,
la respuesta sólo es Dios.
“Escribir”: cada palabra transmite un menaje especial.
“En el cosmos”: En todos tus poemas estás tu misma:
eres una palabra viva.
“Al pasado no podremos volver,
pero de él debemos aprender”.
“Es de bien nacidos devolver amor”.
Forma parte de la Cultura de la vida.
“Opresión”.La sufrías tú,
pero los versos que lo cuentan son libres y bellos.

“¿Por qué?”: Poema lleno de matizaciones
y de profundidad.
Estando enamorados de la vida,
la prisión del amor es liberadora y fuente de gozo.
“La noche es fría”: imágenes expresivas y fuertes;
sentimientos profundos.
“Vivir agonizando”: Cada día de la vida
morimos un poco.

Es un cordón que se encoge cada momento.
“Atrapados”: Más sobre la vida, el afán y el tiempo.
“Pájaro viajero”: Tú quisieras viajar interiormente
por el cielo soleado que te acoge.
“¿Quien soy?: dime qué son “letargos de luna”
y porqué una vida es “una vida”.
“Ecuación”: Tú eres poesía, un soplo de Dios;
me gusta la ecuación.
Se puede hablar con las estrellas,
en un amoroso lenguaje azul.
“Al centro Andaluz de Durango”: Loa y exultación vibrante.
“Sentimiento de ternura”:
Tú mirada es transparente, buscadora de estrellas.
“Madre”: Realidad empapada de tristeza.
Cariño que buscas por todas partes.
Una definición de la madre, conmovedora.
“A unos ojazos”: Los ojos son los más comunicadores
de nuestros sentimientos.
“Las preguntas sin respuesta”: Poema vibrante,
con eximias comparaciones y metáforas variadas.
Te gustan las palomas, las estrellas y lo etéreo.
“Al dolor”: Hay dolores
que son más que tormentas y huracanes.
“El amor”: Es el todo en la vida;
la máxima razón para vivir.
Tiene infinidad de caminos,
de matices, de colores y de esencias.
El cordón más fuerte de la vida.
“Mujer”: Aquí emerge
la exquisita sensibilidad femenina.
Divinas comparaciones.
La ternura llena estos libros tuyos.
“Navidad”: Es Nacimiento;
¡buena palabra para pensar en el nuestro!.
En la Navidad están todos los valores del ser humano:
ternura, fraternidad,...es el camino de la verdad y de la vida.
“A mis amigos”: en ellos se plasma la verdadera fidelidad.
¡Oh, si pudiéramos hacerla extensiva a todos los hombres!.
“A mi tío Navarro”: Un cumpleaños feliz

para un tío al que se quiere, y otras dedicaciones
empapadas de lirismo;
seguro que te han dejado buen sabor.
“Desolación”: Poema premiado:
rezuma una tristeza conmovedora.
“Nostalgia”: Ella resbala por el verso
y empapa el alma.
“¿Quién soy yo?.Poemilla eximio,
lleno de colores y sonidos.
“Espuma blanca”: por la que se desparraman las metáforas.
“Tiempo”: definición indefinible.
“Yo me acuso”: acusaciones hermosamente extrañas.
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He disfrutado leyendo tus poemas. Ya son algo míos.

El almendro feliz

Yo conocí un almendro
que nació solo, un día,
de una pequeña almendra
que en la tierra caía.

En un tiesto pequeño
que en mi terraza había
una alegre mañana
descubrí que vivía.

Y empezó la aventura
preciosa de su vida,
dando alegría a todos,
pues a todos quería.

Yo le abrí el corazón
y con las manos mías
le di, con gran amor,
el agua que bebía.

Y, poco a poco, él
crecía y crecía,
y por cada ramita
la bondad le salía.

Al abrir la mañana
y al declinar el día,
una charla animada
con él yo sostenía.

Y me contó, lo triste
que tan solo, vivía
lejos de los almendros
amigos de su vida.

Movido por su pena
yo me lo llevé un día
a un almendral florido
que amable lo acogía.

Y fue en La Fregeneda
donde feliz vivía;
pues se cubrió de flores
y a los hombre daría
almendras suculentas
para alegrar su vida.

Perico el gato

Este es Perico,
dulce gatito
que busca amigos.

Tiene apetito,
por eso pide
un huevo frito.

Quiere ser músico,
cuando camina
él toca el pito.

Y pasa el río,
aunque es tan chico,
de un solo brinco.


El es un gato
al que le gusta
el farinato.

Toca el tambor
cuando lo pide
la procesión.

Y da consejos;
de su sombrero
saca conejos.

Si ve un ratón,
siempre lo mira
con compasión.


El tiene arrestos
de capitán.
En el combate
no hay otro igual.

Tras el arado
es un gañán,
mas en el bosque
gana a Tarzán.

Le gusta el queso,
pero a rabiar;
y las sardinas
todavía más.

Es muy chocante,
Perico el gato.
Siempre está alegre:
¡Perico es mago!.

Cada mañana,
sombrero en mano,
al sol saluda
desde el terrado.

A los amigos,
tiende la mano,
y a todo el mundo
envía regalos.

Todos los saca
de su chistera
porque su magia
es la primera.

Y se divierte
con su sombrero,
de buena copa
y mejor plumero,

Él, muy orondo
se lo encasqueta,
mientras lo aplauden,
en su cabeza.


Está Perico,
en la cocina;
huele los guisos,
come salchichas ...

Lame el bigote,
salta, se estira,
sube al tejado,
toma la brisa ...

Mira en redondo,
el rabo estira,
y ve a los pájaros
volar arriba.

Perico sale
de camarero.
Sirviendo platos
es el primero

Sirve la sopa,
el vino viejo,
los entremeses,
filetes tiernos ...

postres variados,
flanes de huevo,
chocolatinas
y caramelos.


Gato poeta,
tiene talento;
compone rimas
y escribe versos.

Hace deportes,
inventa juegos,
llama a los niños,
les cuenta cuentos.

Sabe sumar,
también solfeo
toca la flauta
y el violoncelo

Perico siempre,
canta a la vida;
recorre todo,
todo lo mira.

Es europeo,
muy español,
salamanquino
de Valverdón.

Hace gimnasia,
come, trabaja,
duerme, vigila,
nunca se cansa.

Pero Perico
tiene una historia
que no se borra
de su memoria.

Con los amigos
es generoso.
Piensa muy mucho
y habla muy poco.

Escribir quiere
cuentos amenos
que nos descubran
todos sus sueños.

Empieza el día
con alegría.

Guarda la casa
con su terraza.

Cuida el jardín
que tiene allí.

Es jardinero,
riega el romero;

las azucenas,
la hierba buena;

las margaritas,
que son chiquitas ...

Sigue la brega
riega que riega,

las maravillas
tan amarillas;

los tulipanes
y los rosales.

Quita las hierbas,
las hojas secas ...

Claveles rojos
llenan sus ojos.

Le hacen honores
todas las flores.

Entra Perico
en el corral
por la gatera
del albañal.

Allí está el gallo,
cual mayoral,
que cree, orgulloso,
no hay otro igual,

y abre su pico
para decir
su conocido:
“qui, qui, ri, qui”.

Y las gallinas
picando están,
con los pollitos
el muladar.

Ellos se afanan
por encontrar
blandos bichitos
para almorzar.

Nuestro Perico
tras saludar
al gallinero,
de allí se va.

Entra en el huerto,
que ya está abierto;

allí hay jilgueros
con pelo nuevo;

cantando trinos
a lo divino.

Hay lagartijas
en las rendijas,

los ruiseñores
cantan primores,

lanzando al viento
su gran contento.

Perico quiere
ser hortelano,
mulle la tierra,
prepara el grano.

Siembra patatas,
coge tomates,
planta lechugas
por todas partes.

Echa el abono
quita las hierbas
y hace una hoguera
con todas ellas.

Y ya, Perico,
con lo que ha hecho,
se encuentra, dice
muy satisfecho.


(Fin de la primera parte)



PERICO, EL GATO.
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(Segunda parte)



Un día Perico
va de paseo
por un paraje
lleno de heno;

sobre la hierba
se echó el felino
y en un momento
quedó dormido.

Entonces sueña
que es muy feliz
y que en el mundo
todo es así:


-Oye gatito,
-dijo una flor-
toma un regalo
que te hago yo.

Es una caja
de lapiceros,
de cien colores
y todos nuevos.

Quiero que pintes
cosas hermosas,
que tú dibujes
todas las cosas.

Mas un secreto
quiero decirte:
yo soy un hada
para servirte.

-¿Eres una hada
que se ha hecho flor?.
-Una flor, hada
y un hada, flor-.

El sol caía
sobre los campos;
todo tocaba
su buena mano.


En un instante
se abrió la flor
cuando Perico
la acarició.

El hada se hizo
linda gatita
y los dos forman
una familia.

Hada y Perico
no tienen casa.
El con cuidado
abre la caja.



-Gracias gatita
por tu regalo...
tendrás a cambio
montón de halagos

Pero Perico
como es un mago,
los lapiceros.
transforma en gatos.

Y todos ellos
con gran fortuna
hacen moderna
casa gatuna.



Unos diseñan
el edificio,
otros lo hacen
porque es su oficio.


Allí trabajan
todos a una,
a pleno sol
o con la luna.


Hada y Perico,
con sus gatitos,
de todo el pueblo
son los amigos.



Es un modelo
de sanidad;
la bella casa
florida está.

Toda la vida
de la ciudad
es muy hermosa,
no hay otra igual.

Es asombroso
que los bomberos
con un pitido
maten el fuego.


Y los toreros
visten de moro;
en la gran plaza
juegan al toro.

Allí los guardias
hacen canciones
mientras disfrutan
las vacaciones.

Hay un alcalde
muy educado;
y no son menos
los ciudadanos.


Todos los perros
saben solfeo.
Juegan al fútbol,
son ingenieros.

Calles y plazas
son de cristal
y van los niños
a patinar.


Las casas tienen
olor a rosas.
De las campanas
salen palomas.


Y los ratones
viven muy bien:
bailan y tocan
el cascabel.

Un curandero
sale en camisa
y todo el pueblo
se cae de risa.

El río que cruza
por la ciudad,
corre que corre
buscando el mar.


Tienen muralla
de chocolate
y todos comen
hasta cansarse.

Y una montaña
que es de turrón,
de pan y huevos
y salchichón.

Vienen los pájaros
con instrumentos,
llenan la plaza
y dan conciertos.


Nadie se enfada,
tampoco grita
y todos piensan:
“¡viva la vida!”.


Pero Perico
sigue dormido;
la verde hierba
le da mullido.

Mientras la vida
en la ciudad
es muy dichosa
porque no hay mal.

El sol preside,
les quita el frío
y acuna el sueño
del buen gatito,


que ya no olvida
cuanto ha vivido
mientras soñaba
sobre el mullido.

Ni cuantas cosas
en sueños vio,
hasta que un topo
lo despertó

Así despierta
de su gran siesta;

pues durmió tanto,
sin sobresalto,

que lo que vio
se le grabó.

El recordaba
a su buen hada,

que conoció
cuando era flor,

y peregrino
por los caminos

quiere buscarla
hasta encontrarla.


“Yo soy Perico,
ya desperté.


Os he contado
lo que soñé.


Mi amiga el hada
aquí no está


y sin tardanza
la he de encontrar

Cuando la encuentre
ya volveré

y alguna historia
os contaré”.



Ya se acabó,
y digo yo:


¿Perico vio
por fin la flor


cuando salió
de nuevo el sol?.


¿Era hada o no
la bella flor?.


¿Y la encontró?.
¿No la encontró?.


¿O es que soñó
lo que vivió?

Relato breve

Se llamaba Enrique, y nació en tierra salmantina, a la sombra del la alta montaña de la Peña de Francia. Desde niño le dominaban dos grandes ideales: la fe y la cultura. Dos caminos que había de recorrer a lo largo de su vida. Ellos eran sus dos grandes amores y su vocación más arraigada. Por eso trataba de llenarse de los contenidos que le ofrecían los pocos libros que había en casa de los padres.

Caminaba yo, a paso lento, por la calle de la Compañía, con mis ochenta y un años a cuestas para participar en una de las clases, como alumno de la Universidad de la Experiencia. A la entrada de la Pontificia, me encontré con Enrique, paisano, amigo y compañero en esas lides de la cultura que se había promovido en Salamanca.
-¿Te has fijado - me dijo Enrique- en el acontecimiento insólito que ha supuesto para nuestra ciudad, la creación de esta Universidad para mayores ?.
- Claro que me he dado cuenta. Y no solamente por la magnitud
del colectivo, sino por su entusiasmo. Yo creo que la Universidad de la Experiencia es un nuevo camino de vida para nosotros.

Convivencia rota

Jorge cierra la puerta de su almacén y se dirige a la plaza de las flores, que cruza todos los días, camino del trabajo. Allí, en esa plaza céntrica y recoleta se encuentra con Luis, el amigo de siempre.
El ánimo de Jorge está por los suelos; por eso, en medio de su tristeza, este encuentro le sirve de gozo. La presencia de Luis, pone en su vida en aquel momento, un poco de esperanza.
Ambos amigos se dirigen una palabra amable y se saludan efusivamente.
-¡Hola, Jorge!. ¿Ya dejaste el trabajo?, le preguntó Luis, mientras observaba la angustia en su rostro.
-¡Sí, ahora mismo!, contestó Jorge, que se esforzaba por mostrar una alegría que no experimentaba.
Que tal estáis, preguntó Luis intencionadamente, porque conocía los hondos problemas familiares que sufrían en su casa.
-Bien, contestó Jorge, dudando de lo que contestaba.
-Bueno, pero dime cómo están las cosas. Cuéntame la verdad, porque yo sé de tu sufrimiento y quiero ayudarte en lo que pueda, insistió Luis.
Entonces Jorge, afirmándose en sus criterios, contestó a Luis de esta manera:

-Habrá que ir por partes. El negocio marcha bien, en cuanto que nos da lo suficiente para vivir. Pero no puedo decir lo mismo de la familia, porque hoy mismo he tenido un disgusto horrible con mi hijo Esteban.
Luis y Jorge se conocían desde niños. Siempre fueron amigos. Luego se casaron, y siguieron cultivando la amistad ambas familias. Luis de carácter más abierto, visitaba mucho la casa de Jorge y conocía su historia. Sabía que Jorge estaba viviendo, en toda su hondura, un horrendo drama, y que su vida se debatía sobre un abismo; por eso, compadecido preguntó:
-¿Otro?, ¿Otro disgusto?.
-Sí, otro.
-Por qué ha sido ahora.
-Porque no quiere estudiar.
-Pues que trabaje en el almacén contigo.
-¡El almacén no le gusta!.
-¡Toma! pues algo tendrá que hacer, si quiere comer.
El rostro de Jorge mostraba una gran decepción, y sus palabras salían de sus labios lánguidas y frías.
-¡Dice que quiere ser guarda forestal!.
-¿Guarda forestal?, -preguntó Luis muy sorprendido, al escuchar algo que no esperaba.
-¿Qué te parece?. ¡Un hijo sólo que tengo, guarda forestal!.
¡Trotando por los montes, como las alimañas!. Pues te aseguro que no
será así. ¡No lo permitiré!. Quiero que haga una buena carrera. Tendrá que ser arquitecto, médico o magistrado. Desde que era niño, tomé la firme decisión de hacer de él un hombre de prestigio; sin embargo ahora veo cómo se desmoronan mis esquemas y se destruye mi vida, en la misma medida en que me defrauda con su comportamiento; porque no puedo soportar que mi hijo se quede en un “don nadie”.
- Si, eso ya lo sé, Jorge; pero quiero decirte, porque me encuentro en la obligación de hacerlo, y no lo consideres como una intromisión, que tengas cuidado y obres con mucho tacto en este asunto. ¡Te mueves en un terreno muy delicado!. Presiento que te estás equivocando. ¿No será más fácil, dejar que Esteban estudie la carrera que le guste?. Pues eso es lo que creo razonable y acertado. ¡Aquella que él quiera!. ¿No la va a ejercer él?.
-Mira Luis, Esteban no me entiende.
-Ni tú a él, Jorge.
-¡Pero si yo quiero lo mejor para él! ; en cambio él, aspira a lo peor. ¡Va a ser un desgraciado!. Sabes que hemos sido amigos toda la vida, por eso te descubro todo lo que hay dentro de mí. No tengo más que este hijo, quiero que se sitúe bien en la vida; que llegue a ser una personalidad aunque me cueste sacrificio. Estoy dispuesto a trabajar día y noche, si es necesario, para que él llegue a ser un hombre importante.
- Espera, Jorge, porque no entiendo bien lo que me estás diciendo.

Pienso que todo esto exige ideas muy claras. No sé, pero me temo que no disciernes bien esta cuestión que te plantea tu hijo Esteban. Esté o no en lo cierto, yo te digo una cosa.
-¿Cuál?.
-Que tu hijo es el responsable de su vida y que solo a él corresponde edificarla. Jorge, por nuestra amistad, no se la quieras manipular tú. La profesión de un hijo, no es algo que el padre deba imponer, sino una forma de vida que el hijo debe elegir y él aceptar.
-Por lo menos, lo podré orientar. Orientarlo es procurar lo mejor para él.
- Muy bien, Jorge. ¿Y qué es lo mejor para él?. ¿Tú lo conoces?.
¿Lo sabes?.
- No querrás decir que un oficio como guarda forestal es lo mejor para él. ¡Andar por caminos de cabras, vigilando el monte!. Pienso que es peor que dirigir una clínica o construir un magnifico edificio.
- Por el amor de Dios, Jorge, que ni la clínica, ni el edificio dan la felicidad. Lo que hace feliz al hombre es el amor que pone en aquello que realiza. Y no se trata de conquistar en la vida una posición social determinada, sino en aceptar contentos aquello que tenemos. Lo que importa es que el muchacho dedique su esfuerzo a un trabajo agradable para él; de lo contrario, su tarea le será ingrata y quizá hasta amarga.

Luis hizo ademán de marcharse, y mientras miraba el reloj exclamaba:
-Mira Jorge, se me hace tarde y me espera en casa la familia, porque es el cumpleaños de mi hijo Elías. Seguiremos hablando en otro momento, si no te importa.
-Bueno, como quieras -contestó Jorge-, hasta luego.
Ambos emprendieron la marcha, cada uno hacia su propio domicilio.
Jorge estaba obsesionado. Vivía tan intensamente su problema, que ni se dio cuenta de felicitar a su amigo que celebraba con mucha alegría el aniversario de su hijo. Y caminaba, rumiando en su mente, una frase que Luis le había dicho días antes: “mis hijos construyen su vida y yo les ayudo”.
Pero aquello no lo asimilaba Jorge. Desde que Esteban era pequeñito, lo vio como una prolongación de su persona, a la que tenía que conducir como si fuera él mismo. Absorbía como si fuera suya la vida de su hijo y recibía los éxitos y los fracasos de Esteban como propios.
En cuanto a que el muchacho trabajase en el almacén, estaba claro que a este no le gustaba, pero tampoco a Jorge le agradaba que Esteban le sucediera en el negocio. Y no era difícil adivinar el motivo. Jorge arrastraba una frustración por lo que él consideraba el fracaso de su vida.

Como se creía inteligente, le hubiera gustado ser un genio o por lo menos destacar por su categoría social o por su cultura. Le seducía estar dotado de inspiración que le permitiera escribir una obra maestra de Literatura o de Historia; en una palabra, dar satisfacción a su desmesurado afán de protagonismo. Por eso quería que su hijo llegara a alcanzar la importancia que él no había podido conseguir, y desde el primer momento, hizo todo lo posible para que Esteban empezara a estudiar derecho, siguiera la carrera judicial y se convirtiera en el flamante magistrado, que era su sueño. Pero el chico empezó a estudiar derecho obligado, y como no le iban las Leyes, todo aquello se convirtió en una comedia para engañar al padre, que poco a poco fue descubriendo la farsa.
El matrimonio de Ana y Jorge, padres de Esteban, no ofrecía nada extraordinario, aunque si era excesiva la debilidad que Ana sentía por su hijo, al que nada negaba, pues no teniendo otro, volcaba su afectividad en él, que era una forma de amarse a sí misma.

Con su marido que la culpaba de que el muchacho no estudiara, procuraba no enfadarse, cosa que conseguía casi siempre, siguiendo la corriente, pero llevando a cabo sus propias decisiones. A ambos los separaba una relación de profunda tibieza. Ella se ponía siempre del lado del chico, sin aparentarlo. Lo defendía y justificaba siempre; y por salvarlo, no le importaba mentir a su marido. Así, este vivía en el engaño, sobre la verdadera conducta de Esteban. Ana tenía salidas para todo y unas veces, le decía que estaba estudiando en casa de otros compañeros; otras, que le había pedido permiso para venir tarde, e incluso para pernoctar fuera de casa. Sin embargo, Jorge se enteró de que Esteban se había matriculado, pero que tenía en blanco los exámenes correspondientes.
En estas circunstancias, la convivencia llegó a una situación insostenible. Los frágiles lazos de amor que les podían unir, habían desaparecido por la incomprensión. La barca de la familia amenazaba naufragar en cualquier momento. Era una convivencia rota.
Un día fue Luis a visitarlos en un momento de tensión limite. Al entrar, los tres se quedaron como paralizados. Aunque trataban de disimular, no era posible deshacer en un instante el odio que, como bloque de hielo, flotaba en el ambiente. Luis captó en el acto todo aquello; luego sereno y enérgico se dirigió a los tres:
-Pero ¿qué pasa aquí?, ¡Jorge, Ana, Esteban!.
De momento todos quedaron callados, aunque no tardó en reaccionar Esteban.
-Lo que pasa aquí es que esto es un infierno y ninguno nos soportamos. Yo no aguanto más; o me quito de en medio de una vez, o me voy para siempre de esta casa.
-¡Será sinvergüenza!- gritó Jorge.
Te felicito Esteban por tu respuesta, intervino Luis. Ha hablado en ti la sinceridad, que es un buen camino para llegar a conocer la verdad de vuestra vida; la realidad de vuestra situación. Yo ya la conocía y sé que en el fondo, sois esclavos de vosotros mismos; de vuestras malsanas tendencias y egoísmos, que os atenazan y dominan. A Jorge le quita la libertad el ansia de destacar y de sobresalir, y como no puede encumbrarse por sí mismo, quiere manejar a la familia según sus horrendos criterios, pretendiendo que todos hagan su voluntad. Aspira, y lo busca por todos los medios, a que su único hijo, escale las más altas cimas sociales para vanagloriarse él, aunque haga de Esteban un desgraciado.
Ana, también tiene su verdad. La verdad de Ana es que la ciega el egoísmo que hay en su corazón, pues jamás ha sido capaz de dar un poco de amor a los que conviven con ella, y que hubiera salvado la familia; no ama a nadie; solo a ella; su amor propio le quita la paz.
Y tú, Esteban, te mueves en medio de una irresponsabilidad perniciosa y culpable que a tu edad ya tenías que haber superado. Tu error consiste en anteponer tu propia vida a todo cuanto te rodea, como si fuera lo único y primordial. No olvides que la Vida, con mayúscula es de todos. La nuestra es algo pequeño en el concierto de la Humanidad, y solo se puede valorar por lo que aporta a la Comunidad, no por lo que chupa de ella.

¡Me alegra el haber venido ahora, porque pienso que realmente me necesitabais!. No deseo pediros nada, pero si quiero entregaros en este momento algo que siempre os he ofrecido y que es lo único que os puedo dar: mi verdadera amistad.
Antes de marcharme, os la dejo aquí, como respuesta a vuestra situación difícil, a fin de que os haga amigos a todos. Para que cada uno dé a los otros lo que tenga que dar y renuncie a lo que tenga que renunciar. Así podréis escucharos y conseguir el acercamiento entre todos, mientras os liberáis de cuanto os separa.
Luis comprendió que no podía hacer otra cosa; por eso reflexionó de esta manera:
- Me voy impresionado por la idea que bulle en mi cabeza y que me está preguntando: ¿Cómo será la paciencia y la bondad de Dios, que nos acepta y ama a todos con nuestra perversidad?. Porque los demás también tenemos nuestros defectos, y Él no se cansa de nosotros.
Cuando se fue, cerró la puerta con suavidad, con la esperanza de que la semilla que había sembrado en aquellos corazones, diera el fruto de una eficaz reconciliación.

Vacaciones en Nava

LA ESPERA
Nava es el pueblo feliz de Claudio y de "Canela": el criado fiel y la perrita de color tostado. El pueblo es pequeño, el criado, fuerte y la perrita, alegre.
Claudio grita a "Canela":"alégrate, porque hoy vienen los niños. Iremos a buscarlos a la plaza, al caer la tarde. Los trae el coche de línea, ese autocar grande, que sube cansino por la cuesta, cuando corona el pueblo. Tendremos la dicha de abrazarlos. No me digas, "Canela", que no estás contenta, porque yo sé que te mueres por verlos".
Claudio está al servicio del abuelo de Juanjo y de Ana. El es su fortaleza y compañía, ahora que está viejo y que las fuerzas le van abandonando.
"Canela','la perrita que parece de chocolate, siempre está en guardia, para avisar de cuanto pasa a su alrededor. Los tres comparten el techo y la comida, y las alegrías, y las penas.
Hoy esperan a los niños, que vienen con sus padres i Qué alegría!.
"Las esperas -dice Claudio-siempre son hermosas, porque esperar es empezar a gozar de lo que debe llegar a nuestra vida. No importa que la espera sea larga, los niños vienen esta tarde, y esto es lo importante . ¡Cuántas ilusiones vendrán con ellos! ¡Cuántos deseos de ver y de conocer!, se llenará la casa de risas y de juegos, y el corazón del abuelo, de dulzura.
"Los niños mandan en nuestra vida, y en nuestra voluntad, y cuando vienen, consiguen que nos olvidemos de nosotros, para pensar solamente en ellos. ¿verdad "Canela"?. Esto es lo que Claudio le dice a la perrita.


LA LLEGADA
Juanjo y Ana son muy dichosos, porque después de un curso aprobado, han llegado para ellos unas vacaciones fascinantes. Les entusiasma volver a Nava, con el abuelo, habitar aquella casa grande y fresca, beber agua del botijo de barro, comer pan de pueblo. ¡Qué maravilla!. Poder abrir mucho los ojos para verlo todo.
¡Cómo le impresionaba el río "grande",-Nava tiene dos ríos pequeños-, remansado, antes de llegar a la puente, y estrepitoso y violento, por La Cuesta.
Durante el viaje, los niños traen en su mente ,y lo viven, el recuerdo feliz de otros años: ¡Qué hermosura, la presencia de tantos árboles, cargados de fruta!.-¡Cómo se alegraban viendo los campos que rodean el pueblo: huertos pequeños, todos diferentes, llenos de verdor. Les divertía ver el agua, recorrer los surcos de los cultivos, para refrescarlos y les gustaba meter las manos, en aquello que parecía una serpiente y era tan suave.
Juanjo, siempre que va al pueblo, quiere hacer su primera visita a la plaza. Es una placita en la que no hay jardines cuidados. Sólo unos negrillos, muy viejos varios bancos de piedra, toscos, la adornan. Pero a él, le parece la mejor plaza del mundo para jugar en ella.
Y se queda mirando al campanario, armonioso, alto y fuerte. Y se pregunta, cómo elevarían hasta aquella altura, y de qué modo, las grandes piedras de granito, labradas, que forman la torre.
Ha contemplado con gran emoción las campanas, que son de diferente tamaño, cuando los mozos del pueblo, en los días de fiesta, las voltean, hasta hacerlas girar vertiginosamente.
Claudio, el criado, que es una persona mayor, y sabe muchas cosas, le ha dicho al muchacho que las campanas son la voz del pueblo, que llama a todos a convivir.
Juanjo tiene una mente observadora. Por eso se da cuenta, de que Nava está poblada de casas bajitas, que no necesitan de ascensor, ni interfonos. Que allí no hay guardias, ni semáforos; ni grandes ruidos de coches, ni de motos. Que en aquel pueblecito todo es sencillo y simple; y que todas las personas se conocen y saben como se llaman las demás.
A Juanjo, personalmente, le halagaba muchísimo que la gente lo saludara por la calle:"Hola Juanjo”.
Durante el viaje, que transcurrió sin darse cuenta, pasaban todas estas cosas por su cabeza, recordando que las había vivido en Nava.
Pero, ¡ya están allí! ;!ya han llegado!.Y el gozo se apodera de ellos.
Al primero que ven, es a Claudio, sencillote y noble. Luego descubren a "Canela" la perrita alegre, color marrón, que lo entiende todo.
"Estamos aquí!. ¡Hemos llegado!", gritaban los niños .
"Bienvenidos todos a Nava. Ya estábamos impacientes por recibiros", contestó Claudio, con amplia sonrisa.
¡Oh los brazos solícitos de Claudio, y los halagos entusiastas de "Canela"!¡Y el ambiente acogedor del pueblo, donde todo es conocido y amable!.
Los niños empiezan a incorporar a su vida, todos aquellos sueños.
Es el momento de los saludos de sus padres y el criado; Y el de dirigirse a ver al abuelo, cuyas piernas flaquean, y apenas pueden con su cuerpo.
Ana camina de la mano de sus padres, cuando divisan al anciano, que está a la puerta, extendiendo los brazos. Tiene la mirada cansada y el corazón gastado. La blancura del pelo denuncia su vejez; pero su vida está nimbada por un halo de dulzura, que asoma a sus ojos .
Los niños están cansados por el viaje. Por eso, cenan y se van a la cama. Ya han empezado a gozar del silencio y del sosiego que hay en el pueblo.


INVITACIÓN
Amanece el día., cargado de esperanzas y de sugerencias. Claudio piensa en lo que está viviendo, y en lo anterior; y en lo otro anterior. Cada vivencia es distinta, y trae a nuestra vida un contenido espe- cial para que lo saboreemos. Por eso se prepara para vivir cada momento.
El va a buscar a los niños. Esta mañana han madrugado, porque les esperan grandes sorpresas.
El criado les dice:
-Os voy a hacer una invitación.
Ana no ha comprendido. Por eso le pregunta:
¿Qué es una invitación?.
-Una invitación- interrumpe Juanjo- es pedir a los demás que participen de algo nuestro. Se puede invitar a alguien a comer y a jugar; a dar un paseo, ¿verdad Claudio?.
- ¡ Claro!-contesta el criado-.Y yo os invito a que vengáis conmigo al cercado.¿No sabéis una cosa?.
Ellos se apresuraron a preguntar:
¿Qué cosa?.
Que Mora va a parir por primera vez. Yo no la
he dejado ir al rebaño, porque es pequeña y quiero cuidarla yo mismo. Estaré con ella cuando nazca la cría.
Tampoco sabe Ana qué es una cría; y otra vez pregunta:
-No sé qué es una cría. Me lo quieres explicar?.
-Como "Mora" es una cabrita negra su cría será un chivito negro, corno ella -contestó Claudio-, porque los hijos se parecen a los padres. Pero todavía no me habéis dicho si venís conmigo al Cercado. Llevaremos a "Mora" con nosotros.
Ellos contestaron, a la vez:
-Sí vamos, si viene "Canela" también.¡Con lo que nos gusta ir al Cercado!.
-Pues claro que viene "Canela" con nosotros; ella es como un niño más, inocente y alegre. Y yo también lo soy, porque me gustan las cosas de los niños.
-Te gusta jugar, y también descubrir las cosas extrañas y maravillosas que dicen los cuentos?. ¡Eso es lo que nos gusta a los niños!.
-Me gusta jugar. Toda mi vida ha sido igual que un juego serio y alegre. Mi imaginación está llena de historias que se han quedado sin escribir.
-¿Por qué no la has escrito?-intervino Ana-. Oye, Claudio, yo te puedo dejar papel y "boli".
-En mi cabeza están, y ahí seguirán»hasta que tenga tiempo, porque ahora no me dejan "Canela" y "Mora”, que son como dos niños encantadores.
-Claro, como no te has casado, pues no tienes niños de verdad-dijo Juanjo.
-Pero os tengo a vosotros, a todos los de Nava y a cuantos conozco, para mirar por ellos. Porque los niños necesitan de los mayores para andar por la vida. Como "Canela" que siempre va conmigo, y si le pasa algo, yo la cuido.
Juanjo y Ana veían que Claudio estaba gozoso; que se le escapaba una sonrisa tierna, que había algo en él, que los atraía hacia su persona; algo amable y sencillo que no sabían explicar.

"MORA"
Los niños estaban impacientes por conocer a "Mora".Cuando iban por el camino, ya estaban emocionados. Ya antes de llegar al corral, oyeron los balidos con los que llamaba a Claudio, pues había conocido sus pasos que se acercaban a la puerta.
Cuando "Mora" apareció ante ellos, con el vientre muy abultado y la ubre llena, se llenaron de asombro. Fue para ellos como una revelación, y no se cansaban de mirarla.
Ana se ha puesto delante de "Mora" y se da cuenta de que no le da miedo. Pero está sorprendida y entusiasmada, porque nunca ha visto una cabra tan cerca, que la pueda tocar como lo está haciendo. Y habla con ella:
"Hola,"Mora";¿estás bien?;andas muy despacio!; ¿tienes hambre?
A la niña se le van los ojos, y la voluntad, con la cabrita negra, que se deja acariciar el lustroso lomo, y la cabeza mocha, de ojos garzos. Ambas se miran con ternura y comen el mismo pan. Nunca había dado pan, a una cabra, con sus propias manos.
A Juanjo se le ha quedado grabada en sus oídos la voz de "Mora".Le ha impresionado su lenguaje. No conocía e1 balido de estos animales, pero se da cuenta que es el modo suyo de comunicarse entre ellos y con los hombres, se está enriqueciendo con nuevos conocimientos, cuando descubre que cada especie tiene su propia forma de expresarse.
"CANELA"
"Canela" siempre está repartiendo cariño a cuantos conoce, y lo manifiesta más, con los de casa, a -los que colma de halagos y monerías.
Es una perrita alegre y vivaracha, suave de cuerpo como de goma, y aguda de olfato. Ella se ha unido al grupo de los niños. Viene desaforada, dando saltos. Al llegar, dirige a todos una mirada festiva, mientras saluda, moviendo las orejas y el rabo. Está con la boca abierta, como queriendo hablar. Mientras jadea, muestra su lengua rosa. Y retoza, manifestando su alegría con débiles aullidos. "Canela" quiere jugar con "Mora" y la atosiga -dando saltos sobre ella. Quiere lamerle el hocico y los ojos. La cabrita empezó aceptando los halagos de "Canela", pero luego, cansada de tanta zalamería, volvía la cabeza a un lado y a otro, como diciendo:"estate quieta, no seas pesada, que ya está bien!".
La perra se dio cuenta de que cansaba. Por eso dejó sus carantoñas y se colocó, muy ufana, delante del grupo, como si les fuera dando escolta. Luego, queriendo llevar a cabo una tarea de reconocimiento, iba recorriendo y olfateando todo, ladrando a los cuervos y persiguiendo a las lagartijas.
EL CAMINO
Ana iba gozosa por el camino, que le brindaba tantas cosas nuevas, verdaderas sorpresas para ella, ponía sus pequeñas manos sobre el lomo de "Mora", una y otra vez, mientras la cabrita aceptaba complacida las caricias de Ana. La niña no salía de su -asombro al experimentar aquella mansedumbre. Nunca sospechaba lo que estaba descubriendo: que ella pudiera amar tanto a un animal. Sin embargo, ésta era la verdad: estaba dispuesta a hacer cualquier sacrificio por "Mora".
Otras veces, se posaban sus ojos en las piedrecitas pequeñas y extrañas, sobre todo en las blancas, por las que tenía predilección, y se dejaba fascinar por su forma y su pequeñez. Estaban allí, en las orillas, y en el mismo camino adonde habían sido arrastradas por las aguas torrenciales y aparecían esparcidas por el suelo.
Por su parte, Juanjo, estaba deseoso de conocer todo, por eso acosaba continuamente a Claudio, preguntándole sobre lo que aparecía ante sus ojos, durante el trayecto. Y el criado trataba de explicarle todas las cosas, poniendo paciencia en sus palabras.
Era un grupo fe1iz.Quizá porque cada uno estaba contento consigo mismo por lo que había recibido de la vida. Todos se sentían a gusto, y se entendían, recorriendo aquel camino que se les presentaba placentero.
Los niños caminaban sumamente entretenidos y como esperaba vivir momentos muy emocionantes, no se acordaban de sus padres, ni tampoco de su abuelo, que se había quedado en casa descansando.
LOS NOGALES DEL PUEBLO
Fuera del pueblo, junto a la vereda, que se adorna con zarzamoras y humildes violetas, se levantan, gigantescos, dos fecundos nogales. Sus ramas se extienden por el azul del cielo, como si quisieran unirse a él, en un abrazo fraternal. Juanjo se queda impresionado de su esplendor, y le llena de admiración la Naturaleza, que nos ofrece cosas tan grandiosas.
Claudio, sospecha lo que Juanjo está pensando; y 1e pregunta:
-¿Te gustan estos árboles?.
El muchacho, que los ha contemplando con asombro, contestó:
-Sí, mucho.
-Pues estos árboles, no tienen dueño-dijo el criado-.Son de todos. Tuyos también. Se llaman Los Nogales del Pueblo, porque están en este terreno, que es de la Comunidad de Nava, y han nacido ellos solos. Son árboles bienhechores, porque reparten todo su fruto, sin mirar a quien, ni reclamar nada.
El niño estaba atento a cuanto le decía Claudio. Aquellas palabras del criado, satisfacían su deseo y le hacían reflexionar. Se daba cuenta de que siempre se puede aprender algo bueno, y de que aquellos árboles, le estaba enseñando a ser desprendido y generoso. Se acordó entonces, de la multitud de veces que su madre le había dicho que era muy egoísta, porque no compartía nada con los otros niños. Siempre se acordaría de Los Nogales del Pueblo, porque ellos le recordarían la generosidad. Era la primera vez en su vida, que sentía deseos de cambiar el corazón ; de pensar de otra forma; de apreciar el valor de las cosas."No es lo mismo un niño que un objeto; porque un niño es una vida que puede llegar a ser feliz o desgraciada, y un objeto, algo incapaz de alcanzar, ni lo uno ni lo otro. Y discurría, que un niño es superior a un árbol, porque el niño tiene voluntad libre, para ir de un sitio a otro y hacer las obras que quiera, pero un árbol no puede cambiar el sitio de su vida, ni el fruto que le asignó el destino. Además, a él le habían enseñado que el árbol tiene una duración limitada, y que el alma del niño, vivirá para siempre en el Cielo. Por eso, él cree que tiene que estar más agradecido que el árbol, por el don de la vida.
EL PUENTE DE MADERA
Por el camino estrecho, que baja al Río Chico, camina Ana, sola, detrás del grupo. Avanza despacio y recelosa, porque la pendiente es grande y sobresalen del suelo grandes piedras. Para e11a, personita pequeña, aquellos peñascos, le resultan grandes montañas. Y se siente impotente para caminar, mientras ve horrendas aquellas piedras, a las que culpa de quedarse atrás de los demás. Claudio se da cuenta y al ver su mirada, angustiada y suplicante, vuelve hacia ella y le tiende una mano. Ana se agarró al criado como un naufrago a su tabla salvadora, y así, bajó en volandas la ingrata cuesta.
Allí estaba el puente sobre el río, al que llamaban E1 Puente de Madera. Un puente pequeño y vulgar, que sólo era unos troncos de árboles, cubiertos con terrones de césped, asentados sobre dos mojones de piedra.
¡El Puente era sólo eso!. Sin embargo, recordaba el esfuerzo allí concentrado, de los hombres que lo habían construido. Porque todas las piedras, los troncos de madera y los terrones de hierba, habían sido arrancados y puestos con sus propias manos.
Ellos fueron los ingenieros de aquella obra, y allí estaba la ilusión y el amor que pusieron en ella. ¡Qué maravilla!; por aquel puente de madera, sencillo y pequeño, sé podía pasar el río, sin mojarse, igual que por uno de cemento o de hierro. Es lo que Juanjo y Ana experimentaban, mientras caminaban sobre él, que se movía ligeramente.
Ana preguntó, levantando la voz:
-¿Por qué "Canela" cruza por el río?.
-Porque ella no se moja los zapatos como nosotros-contestó Claudio-cuando le compremos unos -nuevos, la obligaremos a que pase por el puente.
Juanjo se reía, pero Ana contestó:
-Los perros no tienen zapatero. Si queremos que "Canela" tenga zapatos, tendremos que hacérselos de tela.
El paso por el Puente, recordó a Claudio, la historia de la Piedra Maldita, que le contaron, siendo niño él. Y prometió a los niños, contarles el trágico cuento, que a él tanto le había conmovido. Por eso, cuando estaban en medio del puentecillo, los colocó delante de él, mirando fijamente al río. Los sujetó con sus brazos y les dijo:
-¿Veis en el fondo una piedra negra?. No, no miréis allí. Está en aquel pozo hondo, que parece un abismo.¿La veis, ahora?.
Ellos, impresionados, contestaron que sí, con la cabeza, porque su voz no se atrevió a salir de sus labios.
Claudio le aclaró, que aquella piedra tenía el mal dentro de ella, y estaba castigada, por su maldad, a no salir de aquella cárcel. Nunca vería la luz -del Sol, ni el aire la acariciaría.
-Pues,¿qué mal ha hecho?,-preguntaron los dos.
-Os contaré la historia en el Cercado. Ahora, vamos a abrir la puerta a "Mora",que está esperando. ¿No la estáis oyendo cómo llama angustiada, una y otra vez?.Es que no puede saltar la baja pared. Ahora, parece una cándida paloma a la que le han cortado los vuelos, y no puede volar. Pues ella tampoco puede saltar la bajita cerca, porque lleva en su vientre una carga pesada, que no la deja. Sin embargo, eso que no la deja encaramarse en la pared, es la causa de que su corazón, salte de alegría, por lo que le espera.
-¿Y qué le espera a la cabrita "mora"?, preguntó Ana, curiosa.
-Pues un chivito, que lleva en su barriga. Por eso está tan abultada y camina despacio.¿No sabéis que casi todos los animales, se forman en el vientre de la madre?. Y también, las personas. Los niños antes de nacer, está nueve meses en el seno de la madre. Allí reciben la vida, y luego vienen al mundo, cuando son tan pequeñitos que apenas si saben más que llorar.
Claudio abrió la cancela del Cercado, que hizo un leve chirrido, entró el grupo y la volvió a cerrar.
EL CERCADO
El lugar que ofrecía un atractivo mayor para toda la familia, era El Cercado. El Cercado tenía algo fascinante que los atraía y hacía que sintieran por él un gran amor « A todos les gustaba estar en El Cercado: a los niños, porque disfrutaban de libertad y jugaban cuanto querían;(Juanjo, lejos de sus padres, no tenía que oír, lo que él llamaba "el rollo" de,"no hagas esto, no hagas lo otro"). A "Canela", porque era un gozo grande para ella estar con los niños, a los que tanto quería, y porque disfrutaba, persiguiendo a las lagartijas y levantando a las perdices( corriéndolas hasta cansarse. Claudio, estaba a gusto en el Cercado, porque quería tenerlo bien cuidado rías paredes levantadas, sin zarzas; los árboles podados, la hierba crecida.
;¿Y "Mora"? ”Mora" se sentía un poco nerviosa, por que sabía que tenía que pasar por el trance de parir; pero la confortaba pensar, que no estaba sola en aquellos momentos difíciles. Para ella, El Cercado era el sitio, en el que iba a ser madre por primera vez, y eso no lo olvidaría.
Pero,¿cómo era El Cercado, adonde querían pasar juntos aquel día?.Es verdad que no tenía grandes cosas. Una de ellas era la cerca; toda de piedra, solamente, que los hombres de Nava, 1lamaban pared seca, por cuyos agujeros, asomaban su cara los lagartos verdes, que observaban al grupo, atentos, des de sus guaridas.
Su césped era una alfombra verdosa de hierba muy espesa, con muchas matas de trébol, agazapado al suelo; robles altos y fuertes que proyectaban su sombra en la pradera; encinas de grueso tronco, ramas curvas y copas frondosas; tomi1los, escobas y algunas peñas.
Daba gusto oler el aroma del tomillo que había allí.
En alguna ocasión, se veía un conejo que saltaba, rápido, hacia su cobijo subterráneo, con las orejas tiesas.
Desde El Cercado se contemplaba el cielo, con sus nubes de espuma, recordando la lluvia.
Por: el- cielo pasaban las aves del espacio; entre ellas, águilas reales que dominaban la tierra; algún gavilán, al acecho de palomas u otros pájaros, halcones y cuervos. Los cantores de la primavera, ruiseñores y jilgueros, 1anzaban sus primorosos gorjeos, desde el ramaje arbolado, llenando el ambiente de una música deliciosa.
Estas pocas cosas, eran muchas y preciosas, para ellos no aburrirse.
Era el libro de la creación, abierto ante sus ojos, para llenarse de sus maravillosos encantos.
EL MAL
A Juanjo se le había quedado grabada la imagen de la Piedra Maldita. Y preocupado por ella, preguntó a Claudio qué era el mal para que mereciera tal castigo.
Claudio le aclaró:
-El mal está en cada uno de nosotros. En el mundo siempre hubo mal. El mal es creer que nosotros somos los buenos; los mejores, o simplemente, superiores a los demás. El orgullo nos engaña, haciéndonos creer que lo nosotros hacemos, o pensamos, es lo perfecto.
tú quisieras cambiar la forma de ser de otro niño, porque no es como a ti te gusta. En realidad, tú eres el que tiene que cambiar el corazón, para que puedas aceptarlo como es. Pues a ti te gusta que te quieran como eres. Si tú no aceptas a otro niño, ya le estás retirando tu afecto. Y con esa disposición, no le ayudas, aunque lo necesite; pues hasta le harías daño, en un momento de enfado. Por eso, el mal está en el orgullo de los niños, que no son sencillos y que sólo piensan en ellos mismos, porque los domina el egoísmo.
-Entonces-dijo Juanjo-,si el mal está en nosotros, ¿es que somos malos?.
-Nosotros, no somos buenos ni malos,-le explicó Claudio-,o si quieres, más claro, somos buenos o malos según nos dejemos dominar por el mal o por el bien. Porque también el bien está en nuestra vida. Y cada vez que obramos el mal es porque nos dejamos engañar por la Piedra Maldita de la soberbia, o de la envidia que está en nuestro corazón.
El niño se quedó pensando. Claudio, entonces, acudió adonde "Mora", que balaba al otro lado del Cercado.
LA ACEQUIA
¡Qué gozada para Juanjo y Ana, contemplar la regadera, colmada de agua limpia, que corta en dos la finca del Cercado!.Los niños quería detenerlas con sus manos, como esas compuertas de los canales de riego, que mandan en el agua, pero vieron que la corriente era más fuerte que ellos.
Ana seguía impresionándose con las piedrecitas que arrastraba el agua. Las tomaba, con gran cuidado, en sus manitas y, emocionada, las besaba para expresarles el afecto que sentía por ellas.
Juanjo recogía los palitos secos que hallaba por el campo, y los colocaba en la acequia, en la que se mantenían flotando:
-¡Esta es mi flota!-gritaba.
Y se le iban los ojos detrás de sus barcos que navegaban a toda vela. Hasta que las embarcaciones se fueron alejando, desinflándose el globo de la emoción.
Juanjo discurrió, para divertirse, una idea malsana, que se metió en su cabeza. Como la encontró divertida, no dudó en ponerla en práctica. El instrumento fue una piedra grande, de pizarra. La cogió con las dos manos, la levantó, cuanto pudo, con los brazos, y la arrojó al agua con todas sus fuerzas. La piedra, por un momento, hizo un vacío en la regadera, pero el agua saltó en catarata a la cara y al vestido de su hermana, que chorreaba por todas partes.
Ana recibió el chapuzón con tal fuerza, que empezó a llorar desconsoladamente. En cambio, Juanjo no podía contener la risa.
Las lágrimas brotaban de los ojos de Ana, y bajaban rodando por las mejillas, dirigiéndose al muchacho, acusadoras. Entonces, Juanjo se sintió culpable, y quiso consolarla; pero Ana lo rechazaba:
-Le contaré a Papá lo que has hecho. !No te quiero!. ¡No quiero ser tu hermana!.
Juanjo vio que había obrado mal y empezó a sentir un gran pesar. La mala acción le dolía en su interior, y se avergonzaba de haberse dejado dominar por sus malos deseos. A partir de ese momento quería sentirse hermano de verdad.
El deseo suyo, era hacerle ver a Ana que estaba cambiado, y que lo sentía más que ella misma. Pero Ana, que sólo vivía su situación, sufría horriblemente y no hallaba consuelo en sus lágrimas, ni contenía el 11anto.
"Canela", atenta a todo, se percató de la tragedia, y se acercó a la niña, con una mirada cálida, y le lamía las manos, mientras le hacía fiestas para espantar su pena.
-"Canela", ya sé que me quieres-le decía, calmándose y correspondiendo a las ternuras de la perrita.
Juanjo sentía haber mojado el vestido de su hermana, por eso aumentó su remordimiento. Por nada del mundo lo volvería a hacer.¡Si pudiera borrar de su historia aquel momento!. Y cogió otra vez la piedra y la lanzó lejos, porque quería olvidarse de ella
-Ven, Ana,
-No quiero ir contigo.
-Sí, mira, ven aquí. El sol te secará enseguida. Mamá tiende la ropa al sol y se seca.
-No, yo me voy a casa; me voy con mamá.
Pero Juanjo la disuadía, porque temía el castigo.
No te vayas, Ana; no puedes ir tú sola porque eres muy pequeña. y te caerás al pasar el puente.¡Vamos a jugar con "Canela"!.
Pero "Canela" no aceptaba entonces al muchacho y le ladraba por lo que había hecho. Juanjo recordó todo lo que había oído a Claudio sobre la Piedra Maldita.
LA CHAQUETA
El alboroto de "Canela", llamó la atención de Claudio, que fue al momento. Pero no se enfadó con Juanjo por su travesura. Prefería que él se diera cuenta, de que los niños, deben pensar en las consecuencias de sus actos, antes de hacerlos.
¡ Vamos, vamos!, -dijo Claudio, comprensivo-, ya sé lo que ha pasado. Anda, Juanjo, recoge leña seca y tráela a la caseta, date prisa. Y tú, Ana ven conmigo, que te secaré enseguida; no te aflijas.
Claudio reunió, enseguida, un montoncito de ramas secas de roble, e hizo fuego. Luego quitó el vestidito a la niña y le puso su chaqueta calentita. Ana miró a Claudio con timidez, y un tanto avergonzada, al verse vestida con la chaqueta del criado. Pero él 1e dijo:
¿Te has fijado?,es un abrigo precioso. Pareces una princesa. Las miradas de todos se posaron en el traje improvisado. Ella misma se miraba, contemplándose con aquella traza, sin saber si reir o llorar. Porque el cuello de la chaqueta le llegaba a la espalda; 1as mangas le dejaban los brazos hundidos, a la mitad del camino y los baj03,16 rozaban la suela de los zapatos. Al verse metida en aquella colosal chaqueta, le asaltó la risa, y también a Claudio, y a Juanjo. Todos rieron hasta cansarse.
Como lo pasaban bien, se olvidaron de lo ocurrido.


LA HISTORIA
Claudio se puso serio, y los niños le imitaron.
-¿Queréis que os cuente ahora la historia de La Piedra Maldita?
-Sí, sí, venga.
-Bueno, os la contaré aquí, a la lumbre, mientras se seca el vestido de Ana.
Como para darle más solemnidad, todos se sentaron, incluyendo a "Canela", que había participado de su buen humor, saltando como un mono.
El relato, lo empezó Claudio de este modo:
-Hace ya muchos años, unos hombres desconocidos construyeron un puente de piedra, en el mismo sitio donde está ahora el puente de madera. Todas las piedras, menos una, eran blancas o grises; aquella era negra.
El puente estaba muy bien construido, y era tan fuerte que despertaba admiración, en los que caminaban por él.
La piedra negra estaba colocada en el centro del puente, y ejercía, sobre los que la contemplaban, tal fascinación, que la miraban con temor los niños, y con recelo los mayores.
Las piedras que formaban el puente, dejaron de ser piedras aisladas, para formar una unidad en aquella obra maestra.
La piedra negra tenía un extraño poder sobre las demás, que se le sometieron, quedando dominadas por ella.
Un anciano, que era muy sabio, decía que era una piedra maldita, porque tenía la soberbia dentro de ella y que había contagiado a todas las demás. Que hizo de aquel puente, construí do por los hombres, con tanto esmero, un puente soberbio, orgulloso, engreído y pedante.
Se mofaba del río, humillándolo porque era pequeño. Sus aguas veían cómo se carcarjeaba, en el verano, cuando el sol se bebe el agua y el río estaba a punto de secarse.
El hombrecito pequeño, anciano y sabio, estaba impresionado, porque había oído una y otra vez, las horrendas carcajadas del puente, que el eco repetía por todo el valle.
Un día, estaba el pequeño anciano, leyendo un libro que hablaba sobre las estrellas, sentado a la sombra de una lechuga gigante y pudo escuchar este diálogo:
-Eres un simple y vulgar riachuelo que no sirve para nada-le decía el puente con desprecio.
-No sé a qué viene tanta jactancia, pues tu poder no es tan grande-contestaba el río.
-Yo soy fuerte, en cambio tú, un inútil que sólo vale para arrastrarse por el suelo.
-Las aguas que bajan por mi cauce, son necesarias y provechosas para la vida de los hombres, y tú, no eres indispensable. Yo hago que la tierra sea vivificada, para que dé frutos sanos, alimento de niños y de mayores.
-¡Va!, ¡tonterías!; según vienes, te vas, y yo permanezco aquí, firme, para siempre.
-No alardees de firmeza, porque los cimientos de todas las obras que hacen los hombres, se conmueven con el tiempo, y los acontecimientos acaban con ellos.
-Yo soy un puente poderoso, y tú, un río debilucho; un pobre río. ¡Me avergüenzo de ser tu puente. Yo seré siempre superior a ti, por eso te desprecio.
-En verdad que soy un río pequeño, pero, unido a otro mayor que yo, formamos parte de uno, muy importante y caudaloso, que llega con sus aguas al mar inmenso. Soy una parte de ese mar.¿Eres acaso, tú, capaz de abarcar la extensión del océano?. ¿Qué eres tú, comparado con el mar?.Si te cobijan sus aguas, nadie sospecha que estás allí. Ningún río de los que desprecias, cae en la cuenta de que existes. El sentirse pequeño, es muy saludable; todo el mundo se acerca a ti, por que no das miedo. Ya veo a los niños y a los pájaros, acercarse a mis orillas, a beber agua limpia, y se van contentos. Pero el puente no abandonó la altanería que le había transmitido La Piedra Maldita y continuamente estaba haciendo alarde de superioridad y de fortaleza. Por eso, el pequeño río, cansado de tanta humillación, clamó al cielo, para que descargase allí las aguas de sus nubes. E1 cielo lo escuchó, acudieron sus nubes y volcaron cascadas de agua sobre el cauce del río. Y vinieron en su ayuda las cañadas y las laderas de los montes, que pusieron en el río montañas y montañas de agua. El pequeño arroyuelo, se hizo un brazo de mar. Fue a la hora del río. No de la venganza, sino la de mostrar la grandeza del agua, cuando se multiplica. Pues, todo aquel torrente impetuoso y gigantesco, se lanzo con tal empuje sobre el puente, que lo arrancó de sus cimientos, destruyéndolo y terminando con su orgullo para siempre. El puente engreído, quedó roto, su figura deshecha, y sus piedras, arrastradas por la corriente y sacudidas por las aguas.
Luego, las piedras se arrepintieron de su vanidad y se hicieron sencillas, queriendo formar parte de un puente humilde. Por eso, los hombres del pueblo, las recogieron y colocaron para sostener el Puente de Madera, por el que hemos pasado. Pero La piedra Maldita, no la recogió nadie y está sepultada allí, en el fondo del río, para siempre.
Desde entonces, el Puente y el Río son amigos, pues los une una buena amistad. El Río canta cada amanecer la llegada de un nuevo día y el Puente lo escucha y le sonríe. "
Los niños escucharon el relato con mucha atención Aunque, Ana, no lo comprendió muy bien por ser tan pequeña, Juanjo , se dio cuenta de que también la "piedra maldita” del egoísmo, endurece el corazón de los niños haciéndolos insoportables. Que él mismo, había sido orgulloso, con otros niños del pueblo, con los que tenía a menos jugar y compartir su afecto y su palabra
En cambio, ahora, empezaba a ver las cosas de otro modo: quería más a su hermana; se acordaba más de sus padres; y Claudio, y todos los niños de Nava, y el Puente, y el Río, eran más amables.
EL SOL
Juanjo observó cómo el sol se levantaba por encima de un árbol, que le recordaba un enorme chupachus. Entonces pensó que por la tarde, caía, al otro lado del pueblo, hasta hundirse, debajo de la tierra. O sea, que aparecía, todas las mañanas, por un lado del horizonte, y, desaparecía, en las tardes, por el otro extremo.
Sin embargo, él ha aprendido, que el sol está fijo en el firmamento. No podía explicárselo. Pero trataba de comprenderlo. Me han enseñado que es la tierra, la que da vueltas. ¿Cómo puede dar vueltas la tierra -sin que se caigan los edificios?:
"Eso es imposible, razonaba Juanjo; la tierra no se mueve, está quieta. Yo, es lo que veo. ¿Que da vueltas sobre su eje?. ¿Dónde está su eje?. ¿me quieren enseñar una cosa, distinta a la que ven mis ojos?.
Aunque, ahora, recuerdo lo que me dijo un profesor: que el mundo está lleno de cosas que no comprendemos, y de muchas otras que no podemos dominar, porque somos limitados en poder y en inte1igencia.Y que nuestra limitación no nos permitía abarcar lo ilimitado. Eso sí perece que lo entiendo"
Después de tantos razonamientos, Juanjo se olvidó de todos ellos, para seguir jugando.
LOS PECES Y LAS ROSAS
Sentados a la sombra de un roble grueso, sobre el mullido de la hierba, que ya amarilleaba, hablaban el niño y el criado. Juanjo se dirigió al criado con esta pregunta:
-En el verano, cuando hace tanto calor,¿se seca el río? .
-Algunos años, se agota el agua del río y se queda sin curso una temporada; pero luego llueve y vuelve a correr otra vez.
-Oye, Claudio, ¿cuando se seca el río,¿se mueren los peces?.
-No, porque se refugian en los charcos, que no se agotan.
-Yo he leído, que los peces, fuera del agua, no pueden respirar y se mueren. Pero que se mueren solos, que no hay que matarlos, como a un pollo.
-Sí, los pulmones de los peces, necesitan del agua para vivir, como los nuestros, del aire. Sin aire, para respirar, también nosotros nos morimos, sin que no s mate nadie.
Entonces llegó Ana, que aspiraba el aroma de una rosa. Ella también se sentía importante.¿Y la rosa, no era importante?.
-Oye, Juanjo, ¿tú has visto llorar a las rosas?.
-Yo, no.
-Pues yo fui ayer con mamá al huerto; era por la mañana, y vi que las rosas lloraban. Las del rosal pequeño. ¡Le caían lágrimas !. ¿Por qué llorarían?. Me dijo mamá que las había regado la noche anterior.
-Ana, las rosas no lloran; lo que tú llamas lágrimas, era el rocío de la mañana. Los que lloran son los animales, cuando están enfermos o tristes, por alguna cosa, yo he visto a un pájaro pequeño, cómo lloraba angustiado, mientras llamaba a su madre, porque no soportaba estar solo. Pero a las rosas no les asusta estar solas, ni tienen ojos para llorar.
Juanjo se marchó a donde estaba "Canela", que ladraba junto a un vivar de un conejo, tratando de descubrir lo que había dentro.
Mientras tanto, Claudio vio que la cabrita estaba un poco nerviosa, junto a una mata, y se acercó a ella para calmarla.
Recorriendo el Cercado, Ana descubrió una flor, diferente a cuantas había conocido. Se prendó de ella y la separó cuidadosamente del tallo. En el primer momento, estaba gozosa, porque la florecilla le comunicaba alegría y le permitía que la acariciara con sus manos. Pero luego pensó, que la había condenado a morir y se puso muy triste."En mis manos, morirá sin remedio, esta infortunada flor. Sí, primero se pondrá mustia, poco a poco, según vaya perdiendo la frescura, y más tarde, el aire y el sol la secarán, hasta convertirla en polvo...¡Qué pena!. Claro, como no sabe hablar, no puede quejarse, ni protestar, porque la estoy manejando a mi antojo."
Ana, entonces, sintiendo una pro funda compasión, quería volver a colocarla en su ramita, pero ya era tarde, porque le había cortado el hilo de la vida.
EL CONEJO
Cuando Juanjo llegó donde estaba "Canela", la perrita se empeñaba en sacar un conejo de su refugio. Lo había visto entrar por aquel agujero pequeño, que ella quería agrandara fuerza de escarbar con sus uñas. Al ver al chico a su lado, reanudó con -más bríos, su empeño en abrir la galería, con la esperanza de -alcanzar la caza que olfateaba. Juanjo también le ayudaba con sus manos, pero poco podía hacer, porque la guarida, que era la defensa del conejito, estaba protegida por las fuertes raíces de un roble altísimo, como una fortaleza invencible.
Al muchacho, le hubiera gustado tener al conejo en sus manos, para disfrutar con él, gozar de su finísima piel, sus orejas largas y de sus grandes ojos saltones.
No, Juanjo no quiere darle caza, por apoderarse de él; y menos entregarlo a "Canela", que, como buena cazadora, lo mataría sin remedio.
Al chico, le gustaría verlo vivito. En su salsa. Cuando corre, a saltitos rápidos, o cuando se sienta en su veredita, junto a un brezo, que ha florecido la primavera. Con sus orejas tiesas, como dos antenas.
Llegó Ana y Juanjo le dijo:
-Mira,"Canela" quiere sacar un conejo que se ha colado por ese agujero.
-¿Un conejo?.
-Si, un conejito que se ha refugiado en este vivar. ¡Estará muerto de miedo!. Pero menos mal que aquí está a salvo, porque si "Canela" lo atrapa, con sus dientes lo mata.
Ana se quedó pensando con gran preocupación, y dijo a su hermano:
-Y ¿por qué lo persigue?.
-Ah,¿no sabes que los animales más fuertes, persiguen y someten a los más débiles?. Yo he visto, por la "Tele" cómo un insecto era comido por un pájaro; luego, se comió al pájaro un gato montes, y al gato montes lo devoró un tigre.
-Y,¿por qué se cazan unos a otros?.
-No sé, Ana, supongo que porque tienen que vivir.
-Y al tigre, ¿quien lo caza?
-Al tigre lo caza el hombre, que es el que más puede.
LOS CHIVITOS
A la cabra, de color aceituna, rica ubre y vientre lleno, le ha llegado un momento doloroso. El dolor es fuerte, agudísimo.¿Por qué habrá dolor?. Ella lo soporta, echada sobre la mullida cama de un espeso césped. De su garganta brotan balidos tristes. Se nubla el sol. A lo lejos, suena la canción del río. Los pájaros cantan sin cesar. Una rama, gozosa, sostiene a dos bellotas que ya están maduras. Y "Mora" sufre. Siente cómo se desgarran sus entrañas, de donde brota otra vida, semejante a la suya. Echada, estira sus patas, levantando al aire sus pezuñas, mientras pide ayuda angusties amenté. Sus balidos son apremiantes. Atraída por ellos, acude "Canela", que se acerca; la mima y la consuela; porque la perrita, comprende el sufrimiento de la cabra. Y corre a buscar a Claudio. Impaciente, le ladra y tira de los pantalones, con sus dientes, hasta llevarlo adonde "Mora" está pariendo.
Las manos de Claudio son prodigiosas para la cabrita. En un momento, aparece en ellas un chivito, lleno de vida y de belleza. ¡Qué maravilla;.
Y es una sorpresa para todos, porque el chivito es rojo, con una banda negra. Apenas nace, ya quiere ponerse en pie. Todavía no lo sostiene sus patitas débiles. Pero quiere vivir y empezar a comunicarse con sus primeros balidos.
"Mora" lo escucha, y le quiere dar su ternura de madre. Pero otro momento doloroso, le impide levantarse. Y otra vez, Claudio, recoge en sus manos una vida. A "Mora" le ha nacido otro chivito. El criado estalla de alegría.¡Este ,es negro, con una banda roja!. Mora se ha roto en tres pedazos, y en los tres, está ella. Se levanta, y posa sus ojos asombrados, primero, en un retoño y luego, en otro. La alegría que siente, es desbordante.
Claudio, la deja lamiéndolos, para secar el finísimo pelo de su piel.
EL ÁGUILA.
Cuando los niños llegaron al lado del criado, ya, "Mora" estaba alimentando a los chivitos. Les alimentaba con su propia leche. Uno a cada lado, tiraba de la teta, exprimiéndola, para llenar su estómago.
Juanjo quedó impresionado al ver las dos crías, y la emoción de Ana, no tenía límites. Se habían ahogado sus palabras en la garganta, pues no sabían qué decir. Por fin, Ana preguntó:
-¿Quien los ha traído?. Dijo Claudio:
-Una paloma blanca.
La niña se quedó pensando en la paloma. En cambio, Juanjo, se dio cuenta de que los chivitos habían salido del vientre de "Mora".Porque él sabía, que todos los animales están capacitados, para transmitir la vida otros de la misma especie. Pensó que, igual que su hermana y él, habían nacido de sus padres, los chivitos también tenían los suyos.
Ana ponía, en sus manitas, todo su sentimiento, cuando intentaba acariciarles, con timidez y respeto.
-Entonces,"Canela" ladró amenazante, porque, de pronto, apareció un peligro: era el águila real, que venía a la caza de las crías de "Mora".Claudio explicó a los niños, que el águila era una amenaza para los chivitos y que quería llevárselos.
Después de volar sobre el Cercado, dando vueltas, el ave de rapiña se posó en un roble alto, y desde allí codiciaba la presa.
"Mora" ya se había dado cuenta del peligro y estaba alerta para defender a sus hijos.
La niña se inquieto mucho y preguntó:
-¿Por qué los quiere cazar?.
-Porque ella también tiene crías, a las que ha de alimentar.
Claudio incitó a "Canela", gritando:
-¡Mira! , ¡corre! , ¡al águila! ,
El ave rapaz arrancó el vuelo, y "Canela" persiguió su sombra, hasta que desapareció.
LA TORMENTA
En lo alto del cielo, como por sorpresa, apareció una nube. Parecía un inmenso globo hinchado, flotando suavemente, en el espacio. Se acercaba con gran rapidez. Tenía color muy oscuro en el centro, y claro en sus orillas. Claudio conocía bien esta clase de nubes. Por eso dijo a los niños:
-Esa nube trae malas intenciones.
-¿Qué quieres decir?.
-Que nos va a mojar; si es que no nos quiere apedrear.¿No habéis visto granizos, tan gordos, que parecen piedras?. Pues esta nube, viene cargada de granizos.
-¿Por qué lo sabes?
-Porque conozco las nubes que son como ésta, y sé que va a descarga encima de nosotros. Por eso, vamos a buscar refugio. Marchaos corriendo y entrar dentro de la caseta. Yo llevaré los dos chivitos.
"Canela" también había olido la tormenta, y se puso a salvo de ella, uniéndose a los niños, en el refugio.
Claudio cogió en sus brazos a los pequeños chivitos, y "Mora", querenciosa, lo seguía de cerca.
Ya estaban en la caseta, todos reunidos, cuando sonaron los dos primeros truenos, casi seguidos uno del otro.
-¡Ay, qué miedo!,-dijo Ana, agarrándose a las piernas de C1audio.
-No te asustes, Ana; son los leones del cielo, que rugen y se pe1ean. Uno, rugió primero, y el otro le contestó. ¿Has visto el resplandor de la chispa que ha caído en la colina?.
-Son los ojos de los 1eones, encolerizados, que chispean. Pero no temas que están muy lejos y no te harán ningún daño.
-Anda, Claudio,-intervino Juanjo-, no engañes a Ana, que esto es una tormenta, y son las nubes las que truenan. Los leones están en el bosque, o en el circo, pero no en el cielo.
-Bravo, Juanjo; quería quitar el miedo de Ana, a la tormenta, con la broma de los leones.
-Pues dinos la verdad;¿por qué truena?.
-Cuando una nube, cargada de electricidad, choca contra otra nube, o contra una montaña, se produce una descarga eléctrica; de esta descarga, salen el trueno y el relámpago que vemos y oímos. El relámpago llega antes a nosotros, porque es más rápido. Como las nubes son vapor de agua, si se enfría ese vapor, se hace agua que cae en forma líquida, de nieve o de granizo. Eso es la tormenta.
En la caseta se quedaron todos callados, escuchando el ruido de los granizos y del fuerte aguacero, que caía sobre la techumbre. Sin embargo, ellos se sentían seguros, en aquella rústica caseta que les ofrecía cobijo y protección.
La regadera del Cercado, lanzaba agua a raudales, inundando el camino. Por la puerta de la caseta bajaba un torrente. Todo era una espesa cortina de agua que amenazaba en convertirse en mar.
Pero amainó la lluvia, se alejó la tormenta, y el sol descubrió el suave azul del cielo, otra vez.
Ana recogía, emocionada, las "piedras" más grandes, que habían caído de las nubes, viendo, desilusionada, cómo se deshacían en sus manos.
BANDARROJA Y SALTADOR
-Bueno ahora que ha pasado todo, volvamos a casa, -dijo Claudio.
Luego, cogió en sus brazos a los recién nacidos chivitos y salió del Cercado. "Mora" le seguía, rozándole las piernas. Detrás iban el resto del grupo, Juanjo y Ana, que era una verdadera promesa. Al momento, llegó "Canela", que volvía de perseguir a una lagartija y empezó a halagar a unos y a otros.
Juanjo cerró la cancela y dijo a Claudio:
-Le pediré al abuelo que me regale un chivito.
-Yo quiero otro,-exclamó Ana.
-¿Cual quieres tú, Ana?. Le dejaremos escoger a la niña, porque es más pequeña. ¿Verdad, Juanjo, que dejas a tu hermana elegir?; tú siempre fuiste muy comprensivo.
-Sí, sí, que elija ella.
-Yo quiero el que se parece a "Mora", el negrito-, contestó la niña.
-Y cómo lo va a 11 amar,-preguntó Juanjo.
-Mi chivito se llamará ...,,¡no sé qué nombre dar le!. ¡Ah, sí, lo llamaré “Bandarroja", porque tiene cruzada la barriga con una lista de color rojo.
-A mí me gusta el otro, y le doy el nombre de "Saltador", porque cuando sea grande dará unos saltos como un ciervo-afirmó Juanjo, mirando a la perrita, como si se lo dijera a ella.
-A "Canela no le decimos nada de esto, porque no comprende, y además no sabe llamarlos; todavía no ha aprendido a hablar -exp1icó, Ana.
REGRESO.
Llegaban al Puente de Madera. El río había aumentado su caudal. Estaba todo limpio, como la inocencia de un niño: los caminos, las paredes, las plantas. Los árboles dejaban caer, de sus frescas hojas, redondas gotas de agua, perlas transparentes, que se metían en la tierra honda. Volvieron a cantar los pájaros, subidos en las ramas, al sol de la tarde. Había un gran silencio. Después del paso de la tormenta, aparecía la vida de Nava, limpia y renovada. Pero, las gentes, salían todavía atemorizadas de sus casas y miraban al cielo, para ver cómo se a le jaba la nube negra hacia la montaña.
Los padres de Juanjo y de Ana, también corrían angustiados, en busca de sus hijos, después de los truenos. La madre, acuciada por el sobresalto, iba delante. Su marido la tranquilizaba: "estarán bien, mujer".
De pronto, al doblar una esquina, donde una tupida enredadera, subía por la pared como una llamarada de verdor, aparecieron los niños, gozosos, con "Bandarroja" y "Saltador" en sus brazos. Y, en medio de ellos, Claudio sonriente.
"Mora", como madre amorosa, no se separaba de sus chivitos. Iba del uno al otro, una y otra vez, y a los dos, por igual, les lamía la cara y entregaba toda su ternura.
"Canela" se adelantó ufana, saltando de alegría. Su presencia serenó el ánimo de la madre de Ana, que se empezó a sonreír.
Al ver a su madre, la niña exclamó:
-Mira, mamá; ¡traigo un chivito!. ¡Es "Bandarroja"!
-¡Y yo, otro!; ¡se llama "Saltador"¡-dijo Juanjo.
-¡A verja ver!. ¡Vaya regalo que nos ha traído "Mora".Estamos orgullosos del ella- dijo el padre.
-Lo que nos hace más felices es veros a todos bien, después de la tormenta. Ya habíamos rezado por vosotros. Por lo demás, sabemos que en Claudio tenéis la mejor compañía.
Claudio estaba callado, pero el elogio que había oído, era la mejor recompensa que podía recibir por cuanto había hecho por los niños.
LA CAMA
Después de cenar, quisieron ver a "Bandarroja" y a "Saltador".¡Qué maravilla!.Los dos estaban dormidos, juntitos a la cabeza de "Mora", que, echada, velaba su sueño.
-Quietos,-dijo Claudio-, no los despertéis. Están soñando que son grandes y fuertes, para saltar las paredes del Cercado y defenderse del águila real.
Ana, en silencio, le dio un beso a "Mora" y se fueron .
Claudio, poniendo en sus palabras un calor amigo y sincero, les decía:
-Este día, no lo olvidéis nunca. Debéis guardar en vuestro corazón, las cosas que habéis visto y aprendido hoy, que aunque sean pequeñas, hacen felices a los niños. Recordad a Nava toda vuestra vida. Este pueblín sencillo, como estos chivitos que han nacido hoy. Ella acoge a los niños y les da cuanto tiene de belleza, de paz y de alegría. Cuando estéis en la ciudad, no os olvidéis de Nava, porque Nava no se olvida de vosotros.
-Mucho quieres a Nava, Claudio;-dijo Juanjo.
-Sí, es verdad; la quiero mucho, porque Nava forma parte de mi vida. Pienso que también, empieza a formar parte de la vuestra. Ahora os digo,"hasta mañana", porque tenéis que dormir y os está esperando la cama.
El criado se fue a descansar y a esperar un nuevo día.
EL SUEÑO
La madre sentía pena, porque durante unas horas, no había visto a sus hijos. Juanjo y Ana, eran para ella, algo que hacía a su vida, un poco más grande. En ellos, había visto florecer cada mañana, el amor que nacía en su corazón. Y les dispensaba siempre la misma ternura, impulsada por un espíritu de verdadera entrega.
-Hijos míos, ha llegado la hora de acostarse,-les dijo.
-¿Tan pronto, mamá?,-replicó Juanjo.
-No es pronto.¡Es la hora!. Habéis tenido un día agitado y necesitáis descansar,-les explicó.
-Yo no tengo sueño,-dijo Ana.
-f E1 sueño viene en la cama: se cierran los ojos y a dormir!.Los niños necesitan dormir más que las personas mayores y deben acostarse más pronto,-contestó 1 a madre.
Ellos corrieron a dar un beso a su padre y a su abuelo, y se acostaron.
Ana se dirigió, nuevamente a su madre:
-Por favor, mamá, quédate un rato con nosotros.
-Bueno, os acompañaré un poquito, para que me contéis cómo habéis pasado el día.
-Bien, lo hemos pasado "pipa",-contestaron.
-¡Qué feliz me siento, al veros tan contentos!. Ya veo que os habéis divertido mucho.
-Sí, mamá; nos hemos divertido mucho con Claudio, que nos ha enseñado muchas cosas,-dijo Juanjo.
-Claudio es muy bueno,-añadió Ana.
-Ya lo sé. Y os quiere mucho, que es lo más importante,-respondió la madre.
-También quiere a "Mora”, y a "Bandarroja”, y a "Saltador", y a "Canela",-volvió a decir Ana.
-No sabes mamá, que "Canela" quería sacar a un conejo de un vivar,-indicó Juanjo.
-¿Sí?.
-Y un águila venía a buscar a los chivitos, para 11evárse los.
-¿De verdad?.
-Cuando la tormenta, se inundó todo el Cercado, y creció el río.
-Ya lo comprendo.
-Ah, mamá, en lo hondo del río hay una piedra muy mala. Nos la enseñó Claudio. Es la Piedra Maldita, que está castigada, a no salir de aquella prisión, porque no quiere dejar su orgullo.
Ana intervino, diciendo:
-Nos contó Claudio la historia.
-¡Cuántas cosas os ha contado Claudio y cuántas habéis conocido, hijitos ! Me da gusto oíros, pero se hace tarde y ya he estado un ratito con vosotros .Vamos a hacer una oración y nos dormimos;¿vale?.
-Vale, -contestaron los niños.
-Ana, reza tú, para dar gracias, porque habéis tenido un día muy feliz.
Ana bajó la cabeza, y con las manitas juntas y los ojos cerrados por el sueño, rezó así:
"Te damos gracias , Señor , por las vacaciones que estamos disfrutando y por todo lo que nos has dado hoy. No te olvides de papá, que siempre reza con nosotros y hoy no está aquí. Te pedimos que consueles al abuelo, para que no se sienta viejo; que le des a Claudio mucha fuerza, para que nos pueda defender siempre; y que nos ayudes a todos. Cuida, no te olvides, por favor, de ?Canela", de "Mora", de "Bandarroja" y de "Sal...
El sueño humilló su cabeza sobre la almohada y se quedó dormida. La madre les dio un beso y se marchó.
EL MOLINO DEL ABUELO
Un día, los niños fueron con el abuelo a ver el molino. Estaba un centenar de metros más abajo del puente de piedra. Querían conocerlo, porque era el lugar, donde el abuelo había trabajado, la mayor parte de su vida. Iban muy contentos, pensando en las cosas nuevas que conocerían.
Se colocaron a los lados del abuelo, que caminaba despacio, como si fuera arrastrando sus piernas, por no poderlas levantar. Era como un castillo que se va a desplomar, cuando tiene socavados sus cimientos.
El molino también era viejo; más que viejo, viejísimo. Las tejas de la techumbre, tenían un color verdoso, ya que estaban cubiertas de musgo. Se veían grietas, muy abiertas, en las paredes, que parecía, fueran incapaces de sostenerse. Pero el molino les llenó de admiración, porque era muy simpático su entorno. El sitio donde estaba era abrigadito, todo lleno de chopos y de sauces.
Las aguas del río, bajaban besando sus paredes. Molino y río eran inseparables, y estaban condenados a vivir juntos hasta que el molino se muriera de viejo.
-Las aguas del río son muy importantes para el molino- dijo el abuelo.
-¿Por qué, abuelo?-preguntó Juanjo.
-Porque el río, con la fuerza de sus aguas, hace girar el rodezno y las grandes piedras que muelen el grano. Si se secara el r í o, s e moriría el molino.
El abuelo se lo quería enseñar todo; por eso se fueron primero al Puente de Piedra. Allí nacía la pesquera, que llevaba las aguas al molino. Era un canal sencillo, hecho de tierra, con las orillas cubiertas de césped, como un camino para los peces, o una cinta de plata, en una noche de radiante luna.
La pesquera tenía en sus orillas, dos filas espesas de álamos altos, en la que anidaban multitud de pájaros, que la alegraban con sus trinos.
A la orilla de la pesquera, pasaba el camino, desde el que ellos contemplaban el paisaje. Y cuando llegaron al molino, el abuelo les indicó el sitio donde estaba la caída del agua.
-Este es el cárcavo, por el que cae el agua hasta el rodezno .rueda hidráulica que pone en movimiento el molino. Luego, el agua vuelve al río y se va.
Ellos vieron el fondo del río, que era como la cama, en que dormían las piedras. Había juncos por todas partes, y mimbreras, y sauces con que se adornaba.
Entraron en el interior del molino, donde el abuelo les iba mostrando todo. Subieron unas escaleras de madera, rústicas y fuertes.
-Esta es la tolva-les dijo.
Era un cajón de madera, no muy pulido, cuadrado, con forma de embudo. Por lo estrecho caía el trigo, sobre la piedra de moler. Era una piedra enorme, como una gran rueda, de forma plana, con estrías muy marcadas que trituraba el grano. Todo aquello era lo más importante del molino.
-Recuerdo ahora,-les decía el abuelo a los niños-, todo el esfuerzo que he tenido que hacer en este molino a lo largo de mi vida. !Quien podrá contar las veces que he subido y bajado esta escalera!. ¡Los sacos de trigo, con que he trepado por ella, hasta la tolva, sobre la que me he inclinado para vaciarlos, una y otra vez. Era tal la entrega, que aquí he dejado jirones de mi vida. Ahora mismo noto los impulsos de mi juventud, que me animaban a vivir.
La mezcla molida, pasaba al cedazo, que separaba la harina del salvado. Luego se envasaba una y otro. Después de este proceso, la harina quedaba limpia y blanca, dispuesta para hacerse pan.
Los niños escuchaban al abuelo, con gran atención, y le hacían muchas preguntas que él contestaba para satisfacer su curiosidad.
Y les decía:
-El molino también tiene su historia, como nosotros; y ve cómo pasan los años y se envejece. Lo hizo mi abuelo, con piedras de la cantera grande. Las trajeron las vacas, desde allí, con el carro, por un camino largo y penoso, lleno de cantos y de baches. Y jadeaban las vacas, enganchadas al yugo, mientras tiraban del carro, sudorosas.
La techumbre del molino, es de robles, que se cortaron en el Cercado, en el que habían crecido.
Cuando veníamos para el molino, hemos pasado al lado de un tejar hundido, que ha muerto de puro viejo.
-Si-dijo Juanjo-, yo me paré a verlo, y sólo era un montón de escombros. Hemos pasado rozándolo; yo lo vi muy bien.
-Ese era el horno de cocer la teja para el pueblo prosiguió el abuelo-.En ese tejar fue hecha y cocida, la teja que cubre el techo del molino.
¡Cuántos años, hijos ! . ¡ Mi padre nació, vivió y murió en el molino!.Ahora, es mío, y los dos estamos viejos. Los dos nos caemos de viejos. Pero he estado muy contento en él, porque formaba parte de mi vida, y yo siempre lo he cuidado. Por eso, a la vez que he cogido mi cayada para sostenerme, he apuntalado sus paredes, para que no se derrumbe.
Pero los dos hemos sido jóvenes y divertidos. Yo he pasado ratos muy agradables en el molino, y he conocido fiestas que se hicieron aquí, para celebrar buenas cosechas, en medio del gozo de unos y de otros.
Pero ya veo todo esto como algo lejano, y no quiero mirar atrás. Ahora pongo mis ojos en vuestra vida, y en ella me veo renovado cada día.
LA GUERRA
Otro día, al terminar de comer toda la familia, habló Juanjo:
-Abuelo, me ha dicho papá que estuviste en la guerra, háblanos de ella.
El abuelo se quedó sorprendido de la salida del nieto.
-También Claudio estuvo, pero en distinto bando-contestó el abuelo.
Ya se veía que a Juanjo le iba a gustar la Historia, porque se interesaba por estos temas.
-¿Que quiere decir bando?.
-En la guerra siempre hay dos grupos militares, o ejércitos, que luchan uno contra el otro. Claudio y yo estábamos cada uno en su grupo.
-Si-dijo Claudio riendo,-yo luchaba contra tu abuelo y él contra mí. Ya veis cómo las guerras, cambian la voluntad de los hombres, porque ni tu abuelo, ni yo, queríamos hacernos daño.
-Contarnos algo de la guerra,-intervino Ana. La madre se puso muy seria y le advirtió:
-Tú eres muy pequeña, para hablarte de guerras;¡vetea jugar!.
-Me voy a leer un tebeo.¿Vale?.
- ¡Vale! ,-contestaron todos.
Se quedaron los mayores con Juanjo, que se sintió muy halagado, porque era admitido a la conversación con los demás.
-Cuéntamelo a mí, que soy mayor-, dijo.
-A mí no me gusta hablar de la guerra, y quisiera olvidarme de ella para siempre; pero no podemos olvidar la historia, y la guerra es un hecho histórico. No sé si tú llegarás a entender esto, porque creo que ni los mayores lo entendemos. Aunque me ves en este pueblo pequeño, con mi molino, mis ganados y mis tierras, he leido bastante sobre la guerra. Por eso conozco un poco lo que pasó entonces, pues nosotros, en el campo de batalla, apenas nos enterábamos de lo que sucedía a nuestro alrededor. Y no es igual vivir la guerra, que conocerla. Nuestra guerra, Juanjo, no fue como otras. Los pueblos las hacen, para conquistar otras tierras o para defender las propias. La nuestra fue interna, y en ella el pueblo se destruía a sí mismo. No sé si lo entiendes, hijo. En España, los españoles luchábamos, a muerte, unos contra otros. En la contienda, nadie ganó y todos perdimos.
-Abuelo, ¿por qué se hacen las guerras, con lo malas que son?,-preguntó Juanjo.
-No lo llegarás a entender nunca. Quizá algún día te lo expliques, si consigues conocer el corazón del hombre, porque es donde nacen todas reacciones humanas .
Casi todas las guerras van envueltas en una nube de ambición de poder, que no deja a la razón ver la luz. Hace falta verlas a través del tiempo, para darse cuenta de lo inhumano que hay en ellas y de los daños que producen.
-Abuelo, me gusta mucho cómo me lo has explicado.
-No lo sé hacer de otra manera. Te he dicho lo que pienso, sobre aquello tan importante para nosotros, como fue nuestra guerra. La guerra sólo desata el odio y la violencia. Pero cuando la hicimos, la veíamos de otra manera. Éramos jóvenes, llenos de ideales y sueños. Los que nos guiaban, decían que la Patria nos necesitaba, y nosotros estábamos dispuestos a morir por ella.
Y marchábamos a la muerte cantando, y matábamos como una liberación. Porque había que avanzar, y no se podía hacer sin vencer todos los obstáculos, aunque éstos fueran los hombres de tu misma sangre.
Como ves, Juanjo, la guerra es algo tenebroso que nos ciega, y no vemos que lo que tenemos delante es un hombre.
La nuestra, a unos les trajo la muérte; a otros, la mutilación y a todos nos dejó decepcionados. Aunque no falte quien aproveche ese río revuelto, que es la guerra, para enriquecerse, a costa de los débiles.
Tú no hagas nunca la guerra, hijo; ni siquiera juegues a ella. Hay otros muchos juegos que acercan a los niños y ayudan a comprenderse.
LA TRAGEDIA DE CANELA
Ana se había hecho muy amiga de "Canela" y le gustaba jugar con ella. Siempre estaban juntas, pues se habían acostumbrado una a la otra. Estaban pasando unas vacaciones inolvidables, y creían que nunca se podrían separar. Por eso le hizo tanta impresión a Ana, la tragedia de "Canela".Cuando la vio, se asustó tanto que creía morirse de pena.
La perrita estaba tendida en el suelo, inmóvil, con los ojos abiertos. Ana la tocó con sus manos, y notó que estaba caliente todavía. Quiso levantarla, pero ya no tenía vida; estaba muerta.
La niña no podía contener las lágrimas, ni sabía qué hacer; por eso corrió a casa y avisó a la familia.
Todos fueron al momento, pero no pudieron hacer nada por "Canela". Se quedaron consternados, sobre todo Claudio, que no comió ese día, por el disgusto que le había causado la muerte.
"Es tremendo, perder un ser, aunque sea una perrita, en un instante, decía. Se acabaron para siempre sus alegres y cariñosos ladridos; y se acabó su compañía, con todo lo que ella era y comunicaba".
El golpe que recibió de un coche, fue la causa de su muerte. El vehículo la embistió, golpeando de tal modo su cabeza, que murió en el acto.
Todo fue porque "Canela" venía corriendo por una bocacalle y se precipitó sobre el coche que circulaba por la carretera. Todos los que la vieron, comentaban la fatalidad del percance, lamentando la pérdida de una perrita tan inteligente.
Al que más le impresionó la muerte de "Canela", fue a Juanjo, que no podía comprender, que algo tan triste pudiera suceder, y empezó a pensar en algo que había leído sobre la vida y la muerte:
"La vida es lo mejor que tiene el hombre. Ella le permite conocer, experimentar, gozar o sufrir. Pero la vida no dura siempre. Un día se acaba, porque llega la muerte. Recuerdo haber oído a un profesor que la muerte es irreversible, y que es tan natural el nacer como el morir”
Claudio llevó la perrita a casa y la colocó en la cochera, sobre un tablero nuevo; luego la tapó con una manta de lana, para que no la molestaran las moscas. Ella dormía el sueño, del que ya no volvería a despertar .
Esa noche, nadie se percató de su vigilia, como cuando la desvelaba algo extraño. Ninguno de los que habitaba la casa, oyó sus ladridos a los otros perros, o a los presuntos ladrones que pasaran por la calle. Pero todos soñaron, que la veían gozosa y llena de vida, haciéndole piruetas a Juanjo y a Ana, o jugando con "Mora",o persiguiendo la sombra del Águila por el Cercado.
EL ENTIERRO DE "CANELA"
Al día siguiente, Claudio habló con el abuelo sobre la perrita muerta.
-¿Qué vamos a hacer con "Canela"?.
-Entiérrala donde tú quieras. Yo no la voy a ver más. Lo pasé muy mal ayer. No digas nada a los niños; sufrirían mucho. Tú la llevas, la entierras y en paz, -dijo el abuelo.
-Si,-contestó Claudio- ahora mismo la voy a enterrar .
El criado trajo el carro de mano del Corral de Abajo y puso encima el cuerpo de "Canela", tapado con la manta. Luego recogió, donde las herramientas, una azada y una pala, que colocó en el carro, y salió camino del Cercado, empujando el carro.
Apenas empezó a andar, apareció Juanjo.
-Claudio ¿a dónde vas con el carro?.
-Voy al Cercado.
-¿Qué llevas aquí?,-preguntó, mientras descubría el cadáver de la perra, rígido como un palo.
-Ya lo ves. Llevo la perrita,
-Yo voy contigo.
-Hoy no debes venir al Cercado.
-¿Por qué?
-Por algo especial.
-Claudio,¿qué vas a hacer con la perrita?.
-La voy a enterrar.
-¿En el Cercado?.
-Sí, en el Cercado.
-Quiero ir contigo.¿Me dejas?.
-Quería ir yo solo.
-¿por qué no puedo ir contigo?.
-Si eres valiente, sí puedes venir.
-Claro que lo soy, Claudio. Ya sé que da mucha pena, pero supongo que hay que hacerlo.
-Bien, puedes venir.
Los dos salieron camino adelante empujando el carro. Apenas habían dejado atrás el pueblo, cuando vieron el Cercado, al otro lado del río.
El muchacho preguntó al criado:
-¿Por qué quieres enterrar a "Canela" en el Cercado?
-Hay varios motivos. En primer lugar, porque ella quería mucho al Cercado. Es tara a gusto, descansando en él. Y yo, que pasé tantos ratos buenos con ella, en ese sitio, la recordaré especialmente, siempre que vaya allí. En un momento, llegaron al cercado. Como era verano, estaba la hierba agostada, aunque no la parte regada por la acequia, a la que el agua mantenía llena de frescura.
-La vamos a enterrar en la parte alta de la finca, a la sombra del roble grande, desde donde ella vigilaba, y, muchas veces se entregaba al sueno. Ahora, ya duerme, el verdadero sueño para siempre,-dijo Claudio.
-Es verdad,-contestó el muchacho, conmovido.
El criado cavó, y le hizo una cama blanda y mullidita. Allí la puso, para que descansara de tanto como había corrido. Luego la tapó, cuidadosamente, con una capa de tierra amorosa, para que no sintiera los fríos invernal es.
Juanjo presencio aquello, como si fuera una ceremonia religiosa, atento y en silencio. Fue para él como un rito, que siempre estaría presente en su vida. Un recuerdo que traería a su mente, no la "Canela" viva, arrolladora y victoriosa, sino, la derrotada, la vencida, la verdadera.
El criado y el niño, volvieron para casa tristes y mudos; sintiendo que quedaba algo de su vida, en aquel hoyo del Cercado, donde "Canela" tenía su cama definitiva.
LAS ERAS
Avanzaban las vacaciones para los dos hermanos, en el pequeño pueblo de Nava. Estaba muy contentos de cuanto habían conocido ese verano; cosas que no se ven, ni se conocen en la ciudad.
Un día les dijo Claudio:
-¿Queréis venir conmigo a las eras?. Veréis enormes montañas de mieses; aprenderéis a trillar y podéis conocer cómo se limpia el trigo, quitándole la paja.
-Yo voy contigo,-dijo Juanjo.
-Y yo también,-añadió Ana.
El criado les advirtió que debían pedir permiso a sus padres. Pero ellos dijeron:
-Para ir contigo, siempre lo tenemos.
-Pues si tenéis permiso, adelante.
Pero en aquel momento, la madre, llamó a Ana, y sólo Juanjo fue con Claudio.
Se fueron a las eras, y llegaron en seguida, porque estaba muy cerca. Era un inmenso prado, rodeado por una pared seca.
-¡Hala, cuánta gente!,-exclamó Juanjo, cuando vio al pueblo entregado a las tareas de la recolección.
-Sí, Nava concentra en las eras, durante el verano, a toda su gente, porque es donde recoge, lo que le permite vivir durante el año. El sol es el que le ayuda en su trabajo. El le seca las mieses y se las pone a punto para la trilla. Era la explicación de Claudio.
Entraron en el recinto, y vieron grandes cantidades de trigo, todavía en rama, hacinadas de tal forma, que parecían montañas.
El muchacho observaba, con mucha atención, las tareas que allí se desarrollaban, pero que no entendía. Y no se cansaba de preguntar, el por qué de todo aquello. Claudio quiso explicarle, cada una de las actividades de la era.
-Todo cuanto aquí se hace, sólo es para una cosa: separar el trigo de la paja. ¿Sabes qué es el trigo, y qué es la paja?.
Juanjo contestó:
-El trigo es el grano, y la paja, lo que no vale.
-Supongo que sabrás, que del trigo se saca el pan que comemos a diario las personas; y la paja, se aprovecha para los animales.
-Tenía alguna idea, por lo que he leído,-dijo Juanjo
-Pero aquí lo ves en su salsa,-interrumpió Claudio.
Los granos de trigo, en otoño, se rocían por las tierras de labor y se tapan. El otoño los nace; el invierno los arraiga; la primavera los cría y los levanta; y el verano los sazona y los seca.
Como a esta aldea de Nava, no han llegado todavía los tractores, ni las cosechadoras, la gente hace la recolección, con las mismas herramientas de los abuelos y antepasados. E1 pueblo siega el trigo con las hoces antiguas, lo agavilla y lo hacina. Luego, los carros de siempre, tirados por las vacas de trabajo, trasladan el bálago a la era, y se amontona.
Juanjo empezaba a interesarse por aquellos trabajos, y preguntó:
-¿Por qué amontonan el bálago?.
-Lo hacen para que ocupe menos espacio. Y también, por si descarga alguna tormenta, evitar que se cale. En el momento oportuno, la extienden en forma redonda, como ves aquí, y la trillan.
El mismo observó cómo iban colocando los haces en un gran círculo; luego cortaban el vencejo y extendían el bálago.
-Ahora lo dejan para que lo pase el sol; luego, meten las yuntas con los trillos.
-¿Qué son las yuntas y los trillos?,-volvió a preguntar Juanjo.
El criado le contestó, indicándole con su mano derecha:
-Las yuntas son esas parejas de vacas, uncidas al yugo; y el trillo, el tablero que van arrastrando.
El trillo, lleva debajo, incrustadas, multitud de piedras pequeñas afiladas. Ellas y las pezuñas de los animales, trituran las pajas. Hace falta paciencia y muchísimas vueltas, pasando sobre la parva, para llevar a cabo la tarea; y mover constantemente, hasta conseguir desgranar las espigas que ocultan el grano.
Es un trabajo de titanes, este de la recolección, que pone a prueba el tesón de los hombres y de las mujeres de Nava.
Y no es esto todo, que aun queda algo muy importan-te: es la limpia.
Claudio llevó a Juanjo adonde estaban limpiando una parva. Era la operación definitiva: separar el trigo de la paja. Consistían en lanzar al aire, con el bieldo, aquella mezcla triturada. El aire hacía el milagro: se llevaba lejos la paja, porque no ofrecía resistencia, mientras el grano, caía por su peso verticalmente, formando el muelo.
Luego, explicó C1audio, cómo los campesinos metían el trigo en sacos y lo transportaban hasta las paneras, para su venta; mientras la paja, era encerrada en los pajares y se daba como alimento, al ganado, en el invierno.
LA FIESTA MAYOR
Era el quince de Agosto, fiesta de la Virgen, Nuestra Señora de la Asunción. El pueblo de Nava celebraba su Fiesta Mayor. Y habían venido cantidad de emigrantes, a los que congregaba el amor al pueblo. Se habían marchado un día, buscando el pan del trabajo, y ahora los traía la querencia, que les unía a la tierra. Por eso Nava, en ese día, estaba llena de los hijos que había criado, y que ahora volvían con unas gozosas vacaciones.
Ya la víspera, el volteo alegre de las campanas, anunciaba la fiesta. Los mozos del pueblo, las ponían en movimiento y las hacían girar con una rapidez vertiginosa.
El tamborilero hacía el pasacalle, recorriendo el pueblo, y con el sonido mágico de su tamboril, levantaba el ánimo y despertaba en el corazón el deseo de divertirse.
Juanjo y Ana, así como sus padres, se prepararon con ganas para la fiesta .Les ayudaba el ambiente pueblerino y la alegría familiar. En las calles había una animación inusitada y algo especial, inexp1icable, que llamaba a todos a convivir. Como si la gente, esos días, abriera el corazón y la puerta de su casa, para ofrecer a los demás cuanto tenían.
Andrés Toronco era el tamborilero de Nava. El hizo el pasacalle, por el recorrido acostumbrado, aquel la tarde. Y nadie sabe, qué tenía aquel hombre, en su boca y en sus manos, cuando tocaba la gaita y el tamboril, para llamar a todos a una misma ilusión. Era como una palabra amiga, que los acercaba y los unía, como si unos y otros formaran una sola familia. Algo mágico había en el lenguaje del tamboril, que les hacía olvidar los enfados y las rencillas.
En casa del abuelo de Juanjo estaba todo a punto para la fiesta. Habían matado un machorro y un capón para la comida extraordinaria de aquellos días. También tenían preparadas varias cestas de pastas variadas para convidar a los invitados.
Se sacaron de los armarios, las mejores ropas. El abuelo, que era lo más representativo de Nava, se vistió el traje típico de la tierra, que era para él, un tesoro entrañable. Y fue a misa el primero, porque era mayordomo, participando como nadie cuando cantaba el pueblo, a pesar de ser casi un centenario. En la procesión, acompañó a la Virgen, caminando al lado de Andrés Toronco, el tamborilero; porque el abuelo llevaba dentro de él, la tradición y la historia de Nava.
Nava era muy religioso; entregado a la tierra. Por eso al llegar la Fiesta Mayor, sabía dar lo mejor que tenía para honrar a su patrona. Y salían a la calle, ataviados artísticamente, dispuestos a lucirse como danzantes y bailarines.
Juanjo y Ana se quedaban fascinados, con la mirada fija en la pareja, que bailaba la jota o la rosca. Era un baile que mostraba el ritmo de las piernas y de los brazos, así como la quietud de la cabeza y del
cuerpo.
Los niños se aficionaron tanto, que los llevaron sus padres a una escuela, para que aprendieran baile tradicional. Y le compraron trajes típicos, que les recordarían siempre a la Nava de cuando eran niños. Los dos hermanos hacían una hermosa pareja que llamaba la atención, cuando a los acordes del tamboril, bailaban La Clara.
Por la tarde tuvo lugar la capea de una vaquilla, para recreo de uno y otros. Se hizo la corrida en la plaza del pueblo, que los mozos cerraron con los carros de labranza. Es taba la plaza a rebosar. Una vaca bravísima, de cola larga y de cuernos cortos, que embestía a todos y a todo, dio muchos y aparatosos revolcones, sin importancia, pero con gran divertimiento de chicos y grandes. Hasta Juanjo dio pases a la vaquilla, desde un burladero, con una tela roja que llevó de casa.
Cuando se cansaron de aquel juego con la vaquilla, la guisaron, sirviéndola para todo el pueblo, en una comida familiar.
Allí estuvieron Juanjo y Ana, invitados de honor, en la mesa que ocuparon los artistas de baile y de danza.
Así terminaron la gran fiesta: muy cansados, pero rebosando alegría.
FIN DE LAS VACACIONES
El verano tocaba a su fin, y el pueblo de Nava iba despidiendo a sus visitantes, volviendo a su normalidad de vida y de trabajo.
Juanjo y Ana, con sus padres, también disponían todo para la marcha.
La ciudad y sus obligaciones les esperaban, y un nuevo curso tenían delante. Porque la vida no se detiene, y a cada uno le pide algo importante para él. Al abuelo, le pedía que tuviera paciencia, para aceptar los achaques de su vejez; a Claudio que fuera muy generoso para ayudar a aquel hombre anciano, que tanto lo necesitaba, a los padres, trabajo; y a los niños, estudio y alegría.
Y a Nava , que era un encanto de pueblecito, también le pedía cosas la vida; ante todo, que no perdiera su amabilidad, para poder acoger en su regazo, como una madre, a los hijos del pueblo que volvían cada año, para agasajarla y vestirla de fiesta.
Pero ahora, aquellos se marchan, y ella no puede evitar que se amustie su rostro, con un sentimiento de tristeza.
Eso le pasa también a la casa del abuelo, que está inundada de morriña, porque se van los niños.