sábado, 27 de enero de 2007

Algo más sobre Monleras

Sí, algo más, porque ya, en alguna otra ocasión he escrito sobre determinados aspectos de Monleras. Este pueblo, como todos los demás, tiene su propia fisonomía y su auténtica personalidad. Su fisonomía es amable, y su personalidad, bien definida; con voluntad de vivir como el que más. Un pueblo de gentes sencillas, trabajadoras, solidarias; con una juventud pujante. Cultivador de la comedia y del teatro, amante de la cultura. En suma, un pueblo culto, honrado, apacible y silencioso.
Camino de Trabanca, aparece de momento ante los ojos del viajero, sin previo aviso: es decir, inesperadamente, como si quisiera disimular su presencia. Pero pronto se deja contemplar, tranquilo y sosegado, sobre un terreno ascendente. Lo primero que destaca, en un ligero altozano, es la Iglesia, con su nido de cigüeña, atenta a todo aquello que le espera, como a todos los seres vivos y contingentes que pueblan la Tierra.
Al tocar la realidad de la iglesia de Monleras, recuerdo a don Avelino, párroco que ha sido, durante muchos, de este pueblo, y al que conocí, siendo yo adolescente, por tierras de Sierra de Francia, hombre íntegro y bondadoso, amigo de Dios y de los hombres, fiel a su vocación de cristiano y a su ministerio sacerdotal.
La plaza, ni grande ni pequeña, a la medida del pueblo, se encuentra alegre y remozada, con un suelo pulido y farolas nuevas, sumamente acogedora.
Saliendo al campo, en estos días de marzo, se percibe la venida de la primavera. Los caminos trazados por los agentes del ministerio de agricultura, en una gran extensión, asumen un destacado protagonismo y se ofrecen a un grato paseo, para el ejercicio de las piernas.
A los que estamos acostumbrados al trafagoso bullicio de la ciudad, los paseos por aquellos espléndidos caminos, nos resultan deliciosos y saludables, porque nos permiten respirar aire puro, en medio de un embriagador silencio.
El pantano de La Almendra es uno de los grandes atractivos para el visitante. El lleva la explanada de sus aguas hasta las inmediaciones del pueblo, formando un espacio ecológico, junto al agua remansada, donde se levanta un bosque de fresnos, que viene a ser un verdadero paraíso para las cigüeñas. Nunca en mi vida, ya larga, he visto reunidos tantos nidos de estas zancudas. Sin duda, las orillas del embalse proporcionan alimento abundante a las aves que, allí mismo, en lo alto de los fresnos colocan sus nidos. En cualquier momento del día se puede contemplar el peculiar vuelo de las cigüeñas, enamoradas de nuestra tierra.
Pero el propio embalse solamente, es suficiente espectáculo para atraer al visitante. La sola contemplación de tanta agua, en total reposo es impresionante. Sólo la brisa, lo altera ligeramente, poniendo sobre la superficie líquida un rizo espumoso. El embalse, con toda su grandeza parece que está allí, olvidándose de su misión, como si quisiera acercar las tierras zamoranas a las salmantinas.
La presa de La Almendra, gigantesca obra hidráulica moderna, es la culpable de retener el agua y de generar una cantidad gigantesca de electricidad, capaz de poner en marcha otras actividades industriales de todos conocidas.
Si te vas hacia el oeste de Monleras, camino de Portugal, te encuentras una extensa zona, poco fértil, en la que abundan las piedras de todos los tamaños, como si se hubieran dado cita en aquel lugar, para ser allí protagonistas.
Me impresionó ver el lecho del Tormes, por bajo de la Presa, totalmente seco, sin la alegría del líquido vital, como si estuviera reclamando la fluidez del agua, porque quería seguir siendo río.
Dejando más cosas para otro día, quiero dejar constancia de que me cautiva la contemplación del encinar inmenso que mira a Portugal, recordando la vida de "tras os montes", que nos descubre en sus libros el genio de la literatura portuguesa José Saramago.