martes, 30 de enero de 2007

Fe y cultura

Ayer estuve en la Iglesia Parroquial de Santa Teresa, de nuestra ciudad. Allí asistí a la fiesta que los P.P. Redentoristas celebraron, en unión de aquella comunidad parroquial. Fue una Celebración Eucarística, en honor de la Virgen del Perpetuo Socorro, tan bonita y fervorosa que será difícil de olvidar.
Tuvo una duración de hora y media, pero se me antojó corta, teniendo en cuenta la belleza y la riqueza que ofreció. Una fiesta religiosa, en que estuvieron presentes, sin duda con gran relieve, la fe y la cultura, pues ambas rayaron a un alto nivel.
Participó en la fiesta un nutrido grupo, excepcional representación de nuestro folklore, con su inevitable tamborilero, que nos ofreció sin duda lo mejor que llevaba dentro y que hizo las delicias de los que allí estábamos.
Se bailaron varios bailes charros, con finura y buen ritmo, que realzaron altamente el acto religioso. Fue una forma de vivir la fe y la cultura al unísono, porque ambas, hermanadas, se manifestaban juntas
Yo quiero felicitar a aquella comunidad, especialmente a los protagonistas de la fiesta, porque nos ofrecieron a los que nos unimos a ella, una fervorosa Eucaristía y una rica y entrañable fiesta cultural.
También se hizo una ofrenda generosa de los más variados frutos de nuestra tierra, armonizada por las cadencias de nuestra gaita. Y se dejó sentir el acento andaluz, en la interpretación de la Salve Rociera, que estuvo acompañada de palmas y demás ingredientes propios del caso.
Yo me siento movido a aplaudir el gesto de introducir en la liturgia lo mejor de nuestra cultura, que son sus raíces, porque pienso que el hombre es tan deudor a su Creador, que en el momento de hacer su ofrenda, será laudable que se dé a El con todo lo que es y con todo lo que tiene.
Finalmente se sacó en procesión un icono de la Virgen del Perpetuo Socorro, por las calles adyacentes, al que siguió un verdadero gentío.
Se prolongó la fiesta con una sangría, que puso en movimiento los bailes charros, nuevamente, con su peculiaridad, en los que destacaba el tamborilero, artífice de aquella charrada.
En definitiva, una exaltación a la fe y la cultura, que han recorrido el camino de la historia, coqueteando la una con la otra.