miércoles, 3 de enero de 2007

El "bizco"

“El Bizco” se echó a la calle porque necesitaba ejercer su oficio. Aquel día, como casi todos, su corazón no albergaba buenos sentimientos. Ni siquiera la Navidad, que llega siempre con su mensaje de paz y de amor, le impedía llevar a cabo sus planes violentos y su delincuencia.
Se había disfrazado, según su costumbre, para dar el “golpe”. Febrilmente, cogió su arma: aquella pistola que había comprado a plazos a otro delincuente. Con el aspecto de matón, que le daba la razón de la fuerza, aunque dominado por una gran cobardía, se dispuso a despojar al primero que encontrara. Con esa disposición salió a la calle y, al volver la primera esquina, de repente, se encontró con un hombre de edad madura, al que trató de intimidar: “¡no se mueva - le dijo-,lo tengo encañonado; déme el dinero!”.
Pero el asaltado, que era un hombre ducho y experimentado en esas lides, con increíble serenidad y rapidez se abalanzó sobre el ladrón, agarrotándole el brazo, hasta hacerle soltar el arma. Luego, con sorprendente sangre fría, la recogió del suelo, arrojándola a una cloaca con la intención de que se perdiera para siempre.
El “Bizco” no salía de su asombro, mientras se veía desarmado e impotente.
Chema, que así se llamaba el asaltado, le dijo:
- Ahora vas a venir conmigo, porque te quiero aleccionar, ya que te has librado de una soberana paliza.
El muchacho, que apenas contaba veinte años, se resistía a obedecer, pero Chema lo miró con tal fuerza, que al fin asintió. Aunque de mala gana empezaron a caminar, mientras hablaban, calle adelante.
Entonces el “Bizco” le dijo a Chema:
-¡Vamos a ver!, ¿qué es lo que se propone?.
- En primer lugar, que sepas que yo soy un maestro en el oficio y tú, un bisoño.
-Ah, sí, ¿también tú eres ladrón?
-¡Pues claro!, pero no se me ocurre atentar contra la vida de las personas, porque es suya y no tienen otra. Yo he robado de lo que a otros le sobra, y cuando lo necesitaba; pero de arma, nada. ¡Anda, que no tiene inconvenientes! Puede dispararse en el bolsillo.
-Quizá tengas razón. Pero, entonces ¿cómo robas tú? ¿Sustraes por tu
cara bonita? ¿Qué haces?
-Yo soy un ladrón generoso; si quito a unos, doy a otros. Muchas veces he ayudado a quienes tenían menos que yo; porque hay personas que no disponen de nada, y lugares, en los que abunda todo. Y tú ¿qué haces?; cuéntame tu vida. Aunque no hace falta, pues ya me doy cuenta de lo que tú puedes hacer: nada efectivo; ¡como no sea “bizcolear”!
-Yo, en verdad no tengo mucha suerte. Doy un “golpe”, y ¡a la cárcel! Salgo y vuelvo a dar otro... y otra vez ¡a la cárcel! Lo cierto es que no tengo mucho éxito, y hasta creo que soy el “hazmerreír” de toda la gente. No digamos nada de los funcionarios; ¡menuda guasa ! ¡Como que esbozan una sonrisita cada vez que cruzo los umbrales del establecimiento penitenciario, que... no veas lo que se divierten conmigo¡ Tú, ¿no estuviste nunca en la cárcel ?
- Nunca; ¿porqué había de estar, si le di con una mano a la sociedad, más que lo que le quité con la otra. Esta realidad, sin duda ella lo supo ver.
Avanzaban hacia la plaza de la ciudad, mientras la música y las canciones navideñas llenaban de melodías el ambiente, que se encontraba impregnado de mensajes de paz y de alegría.
- Explícame tu forma de actuar; ¡quizá me valga a mí!
- Yo me jubilé hace tiempo. Dejé el “oficio” cuando empecé a estimar la honradez, y te aseguro que me impresionó tanto, que la incorporé a mi vida con todas mis fuerzas. En la vida lo que hace falta es tener un corazón grande y que éste sea el motor de nuestros actos; pero tenemos que limpiarlo de tantas malas hierbas como se agarran a él, poniéndole trabas a los buenos deseos, si es que no ahogan hasta los más nobles sentimientos
-Veo que te has pasado al otro bando. ¿Serás amigo de los guardias?
- Nunca fui su enemigo; ¿por qué había de serlo, si hay guardias que son unos ángeles? Te dije antes que lo que se necesita es tener un corazón generoso, porque debes saber que esos corazones, son como la fuente, que mana agua para todos; en cambio los egoístas, como las peñas, no dan nada.
Cuando tenía lugar este diálogo ya se encontraban en la amplísima plaza de la ciudad, que reunía, en sí, toda la hermosura imaginable. En el centro de ella había colocado la devoción popular, un precioso “Belén” de grandes dimensiones. Y se podían escuchar en todo el ámbito de la plaza y sus alrededores, una grabación que difundía canciones populares navideñas.
El “Nacimiento” era una verdadera obra de arte, en el que destacaban
figuras de gran valor artístico. En aquel momento la codicia se apoderó del corazón del “Bizco”, y dijo a Chema:

-Esta figuras deben valer mucho dinero, ¿no te parece?
-Sí, son obras de arte de una valía incalculable.
-Los reyes magos, el castillo de Herodes y las figuras del portal, me interesan. ¿quieres que nos las llevemos ? ¡Sacaremos pasta!
-¿Cómo?, ¡llevarnos alguna de estas figuras, para venderlas como mera mercancía! ¡Si las tocas con malsana intención, te hago cien pedazos!
- ¡A ver si resulta que eres un beato!
-¡Ni beato ni nada! Pero ese Niño que ves ahí tan pequeño tiene un vital significado para mí. Cuando nació, le llegó al hombre por él, una luz interior que no es capaz de apagar ningún vendaval. ¿Y tú quieres profanarlo?
¿Es que no te emocionaste nunca, siendo niño, al hacer el “Belén” en tu casa?
Yo no puedo olvidar la alegría que inundaba mi vida, de pequeño, cuando llegaba la Navidad. Entonces, que era inocente y bueno, vivía la paz y la dulzura de estas fiestas entrañables, y me sentía feliz. Luego dirigí mis pasos por malos caminos, y ya no llegaba a mí el mensaje de la Navidad. Ahora quiero ser un hombre, al menos honrado, y otra vez la paloma de la paz navideña, se ha posado en mi corazón, que ya está un tanto acorchado. En estos momentos me acaricia una renovada esperanza, que me trae la dulzura de esta Noche Buena.
El ”Bizco” interrumpió a Chema:
-Esto de la Navidad es una tontería.
También lo será el que tú celebres tu aniversario.
- Yo no lo celebro nunca. ¡Casi no sé en el día en que vivo!
-Pues es buena costumbre, detenerse a pensar en el día en que nacimos, de cada año que pasa, para descubrir aquello que hay dentro de nosotros y a reflexionar sobre lo que nos espera.
-Yo sólo aspiro a ir viviendo de “golpe” en “golpe”.
-Pues yo, en esta noche que me recuerda la Navidad de todos los años, pongo toda mi esperanza en este Niño que nació en la primera Navidad. ¡Que El colme mi vida de paz y de amor!
-Ahora resulta que también cree en Dios.¡Cuando yo digo que me endilgará un sermón!
-Y ¿tú, no? Sí, yo creo en Dios. Es lo que más estimo de cuanto poseo. Si me quitan la fe, no sé andar por la vida. Yo fui ladrón, pero no abandoné mi fe. Robaba por necesidad, cuando no tenía recursos para el sustento de mis hijos, pero respeté siempre a las personas, cuya vida es inviolable.
-La sociedad es una basura.
-Ya sé que hay quien cae muy bajo, pero, ¿no crees que tú y yo estamos a ras del suelo?
- Bueno, mira, no me metas el rollo. Veo que no se puede contar contigo, y como vienen “ los iguales”, me las piro, amigo.
Efectivamente, cuando entraban en la Plaza una pareja de policías, el “Bizco” desapareció por la primera bocacalle. En cambio Chema se quedó contemplando el “Belén”, al que se acercaban muchas personas, mientras se frotaban las manos por el frío, ya que la nieve había hecho acto de presencia en la ciudad. Luego se marchó a casa para celebrar la Navidad con la familia.
Aquella noche, no logró borrar de la memoria el incidente, pensando que se había arriesgado demasiado. Y fue pasando por su mente la película de su vida, cuyos fallos quedaban superados afortunadamente para él. Pero le llenó de tristeza el recuerdo de sus pasos vacilantes, por un camino salpicado de iniquidad. No podía olvidar aquel desafortunado encuentro, ni la persona del delincuente, que le inspiraba honda compasión.
Pero a nadie contó lo que le había ocurrido aquella Noche Buena, porque en el fondo no era lo suficiente humilde, como para mostrar sus “trapos sucios “ que, con un color u otro, acompañan a todo hombre.
Chema se quedó pensando: “Definitivamente el destino ha sido amable conmigo, porque me ha permitido abandonar un camino empedrado de caídas
grandes y repetidas, ocultas por un rostro hipócrita y falseado”.
Al día siguiente, Chema se enteró por un diario local, de que “el Bizco”
había sido detenido, cuando robaba en un céntrica joyería.
La noticia, le impulsaba a estimar más, cada día, la vida y la honradez.
Y pasó mucho tiempo sin poder olvidar aquella noche de Navidad, ni el incidente que vivió con aquel muchacho, del que se compadecía, porque lo veía cómo se deslizaba por la cuesta peligrosa de la delincuencia.
Habían pasado meses y hasta años, sin que Chema volviera a ver al “Bizco” por ninguna parte; sin embargo, su nombre aparecía con tanta frecuencia en las páginas de los periódicos, que ya era conocido por todas las capas sociales. Y así pasaba su vida, entrando en la cárcel y saliendo de ella cada semana. Pero sucedió, que un día, entró en una casa para robar, en la que había una chica joven como él, a la que exigió el dinero que tuviera en casa. Ella le recibió con una gran serenidad, y sin apenas levantar la voz le dijo:
- Yo no tengo dinero para que tú te lo gastes alegremente; pero si lo necesitas de verdad, yo te puedo ayudar en tus necesidades. ¿Tienes hambre? -¡Sí, tengo mucha hambre!- contestó el muchacho.
-Pues siéntate a esta mesa, que te voy a poner para que comas.
Al momento, la chica le preparó unos buenos bocadillos de fiambre y queso con un vaso de vino, que él consumió con apetito.
Cuando terminó de comer aquello, el muchacho experimentó un sentimiento de gratitud hacia la persona que tenía delante. Por primera vez en su vida sentía dentro de él, agradecimiento por lo que recibía. Se encontraba a sí mismo desconocido, y le salió del alma esa palabra que siempre llega a los corazones: “gracias”.
Ella le dijo:
-¿Has quitado el hambre, o quieres otro bocadillo? El contestó:
-No, he quedado satisfecho.
Sin embargo, la chica le sirvió fruta en una bandeja, y él comió de ella. En aquella situación tan delicada, se dirigió al muchacho de este modo:
-Yo, sólo tengo lo suficiente para vivir, pero estoy dispuesta a ayudarte en lo que pueda. ¿No tienes trabajo?.
-No, no tengo trabajo; en realidad, no lo he buscado nunca, ni lo busco. Parece que me domina el coger, más que el tener. Sin embargo, ahora me estoy dando cuenta que camino por trochas escabrosas por las que voy dejando jirones de mi vida. Estoy seguro que me estoy destrozando.
- ¿Porqué no trabajas?.-, le preguntó ella.
-¿Dónde encuentro yo el trabajo y cómo me acostumbro a trabajar?
- Quizá yo pueda hacer algo por ti. Si tú estas dispuesto a trabajar, yo haré lo posible porque tú salgas de esa situación. Pero tienes que animarte mucho para superar tanto abandono de ti mismo, y recuperar, aunque sólo sea un puntito de esperanza. Lo primero que tienes que hacer es tratar de ser un hombre, porque ahora, y te lo digo con amabilidad, sólo eres una piltrafa.
-Me estás diciendo cosas muy fuertes, pero no las rechazo porque entiendo que son verdaderas, y sé que me las dices para mi propio bien, y que estás tratando de sostener lo que amenaza derrumbarse. De lo contrario, te hubiera destrozado. Te confieso que me encuentro avergonzado, porque aparece delante de mis ojos un cúmulo de cosas inconfesables, que me llenan de confusión. Pero tu bondad y comprensión han sabido poner sobre la desolación de mi vida, la fe y la esperanza en mi mismo, y un deseo grande de rehabilitación. Por eso, te estoy tan agradecido, que haría gustoso todo lo que me pidieras.
- Pues lo primero que te pido es que te convenzas a ti mismo de que ha terminado definitivamente la historia que has vivido hasta este momento. Que no es un punto y seguido, ni un punto y aparte; que es el punto final. Tienes que abandonar el mundo, y los caminos recorridos, para empezar una etapa nueva. Y para ello, hay que buscar un trabajo que, además de ser una fuente de satisfacciones para ti, te ayude a realizarte como persona, haciendo de ti un hombre serio y honrado, que dé prestigio a la propia sociedad. Esto es lo más importante para la solución de tu vida. Pero, no te vendrá solo. Tendrás que conquistarlo con tu esfuerzo, que no debes escatimar, porque será la conquista de tu liberación. Sé que requiere mucho sacrificio, tenacidad y constancia, pero lo que te juegas es muy grande. El socavón en el que estás metido, requiere una valentía de héroe para salir de él. Y ya, después de esta parrafada mía, que sólo son una serie de sugerencias y reflexiones para tu vida, espero una palabra tuya, de respuesta a todo cuanto te he hablado.
-Lo que quiero decirte es que estoy conmovido por todo lo que me has dicho. Que me has dado a participar de unos valores, que ya quisiera yo llegara a conseguir. Si me permites un requiebro, te diré que eres encantadora.
-Y yo te diré a ti que eres un terrón, duro como una piedra, al que no ha llegado la lluvia de la solidaridad, para que te convirtiera en tierra blanda, que diera frutos amables.
-Sin embargo, quiero que sepas que has conseguido remover todo mi interior, y que estoy dispuesto a sacar de lo más hondo mío, las fuerzas necesarias para regenerarme. Haré lo que sea necesario para conseguir mi propia libertad interior.
La comprensión había hecho posible el entendimiento entre los dos. A partir de este momento cada uno dio a conocer al otro su nombre. El se llamaba Tomás y ella Elena. Tomás se despidió amablemente, y marchándose sonriente, le dijo a Elena: “me alegra mucho haberte conocido”. Pero antes quiso enterarse, dónde trabajaba ella, para salir a su encuentro y que le siguiera aconsejando, porque Elena era para él en aquel momento, su tabla salvadora.
El primer día en que se vieron, se llenaron de gran alegría. Y después de comentar las circunstancias que vivieron el día en que se conocieron, Tomás explicó a Elena que había ido a inscribirse en el Inem, con el deseo de obtener un trabajo. Además pensaba reanudar sus estudios que, en mala hora había abandonado. Por su parte Elena le dio la noticia a Tomás, que en la editorial en la que ella trabajaba había una plaza vacante, y le aconsejaba que la solicitase. Elena era muy conocida y apreciada por la Dirección de la empresa y desde el primer momento tuvo la esperanza conseguir un empleo para Tomás, que sería la solución de sus problemas más acuciantes y la iniciación de un camino que le llevara a su posible rehabilitación.
Elena puso toda la carne en el asador, hasta lograr para Tomás la adjudicación de la plaza, lo que consiguió a costa de responder de la conducta del muchacho.
A partir de este momento, se precipitaron os acontecimientos: Tomás empezó a desarrollar su trabajo en el almacén de la Editorial, colocando ordenadamente los libros, tarea que le resultaba grata y bienhechora. Tuvo que hacer grandes sacrificios para arrancar de su vida tantas hierbas malsanas como crecían en ella, a la vez que iba recuperando las buenas costumbres, en sus relaciones con los demás, especialmente con Elena, a la que dispensaba un trato exquisito.
Elena por su parte, estaba gozosa, porque se daba cuenta de que había conseguido intuir y alumbrar, unos valores que permanecían escondidos en el espíritu de aquel muchacho.
Los dos se veían diariamente, se comprendían e iban forjando una sana amistad. A los labios de Tomás volvió la sonrisa, el amor a la vida y las ganas de vivir, con lo que se tornó en una persona amable.
Ambos terminaron enamorándose y determinaron casarse en la intimidad de un Santuario, porque Tomás no quería alardear de buena persona él que había dado tan malos ejemplos.
Y los dos unidos y compenetrados, iniciaron el camino del matrimonio dispuestos a darse todo su amor y a compartirlo con los demás.