lunes, 1 de enero de 2007

Hombres nuevos

La Pascua de Resurrección que estamos celebrando, nos debe mover a pensar y a sentir con aquel Jesús que nación en Belén, y murió y resucitó para nuestra salvación.
El llenó los caminos de la vida de hombres nuevos, con pensamientos, sentimientos y obras nuevas. Son los que viven su fe y su esperanza; los que le siguen y hacen de El un camino hacia el Padre Dios, que nos está llamando cada día.
Jesucristo nos da el don de la humildad, cuando nos dice: “sólo Dios es bueno”. Y es que nosotros no somos buenos del todo; pero tampoco del todo malos.. Somos buenos, en tanto participamos de la bondad de Dios, y malos, cuando nos dejamos llevar por la maldad del Malo. Llevamos el bien y el mal en nuestro corazón. La clave está en que seamos capaces de vencer el mal con la fuerza del bien.
El hombre nuevo es el que se deja conducir por el Espíritu de Jesucristo, humanitario y fraternal; el que tiene un corazón compasivo y misericordioso, que acoge, acepta, ama y perdona a todos los hombres, porque se siente acogido, aceptado, amado y perdonado por Dios nuestro Padre.
Somos hombres nuevos, cuando nos compadecemos de los que sufren; cuando lloramos con los que lloran y nos alegramos con los que ríen; cuando compartimos con los demás lo que tenemos, aceptamos en silencio la humillación y con paciencia nuestros fracasos.
Jesucristo viene para darnos la misma Vida de Dios a través de su Muerte y Resurrección; ante semejante don, todo lo demás es nada. El es el primer hombre nuevo que nos regala la Vida nueva de la Gracia que permanece.
El cristiano debe cultivar en el huerto de su vida, los valores positivos con los que nace: su capacidad de dar amor y de recibirlo; transmitir la paz en su entorno; la solidaridad llamará siempre a su puerta, debe escucharla; la generosidad y la comprensión le ganarán amigos.
Los hombres de nuestro entorno son los destinatarios de estos frutos de la Vida, que harán el prodigio de que ellos puedan renovarse.
Es Pascua, y todo gira en torno a la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Pero a la pena de su Muerte, sucede el gozo de su Resurrección que colma de alegría nuestra vida, para siempre.
Abramos nuestra alma al Espíritu de este Jesús que nos redime; acojámoslo en lo más hondo de nuestro ser y dejémonos moldear por El, para que podamos llegar a ser verdaderos hombres nuevos, hijos de Dios y herederos de su reino.