sábado, 27 de enero de 2007

El albergue de La Cabañuela

Siempre que voy a Monleras me recibe el mismo silencio acogedor. Un silencio que se te mete dentro y te llena de paz. Los pájaros te saludan desde la atalaya de los tejados, o desde la fronda fresca de los árboles, con su música sencilla y saludable.
La Calle del Monte, entrañable ella, se abre para que yo la pasee y admire, escoltada por sus gigantes fresnos que le regalan sombra. Más abajo está el espacio elegido por las cigüeñas, al amor de las aguas remansadas del Pantano, ahora en una impresionante crisis de sequía. Allí tienen su morada estival para la crianza de sus cigoñinos e incremento de su cabaña.
La inabarcable panorámica del encinar, que impertérrito permanece a través de años y de siglos, mirando a Portugal, espera para que se le contemple con la mayor delectación. La línea limpia del horizonte que rodea Monleras es grandiosa. La he visto bien y es como un inmenso círculo que se le va acercando protector. Detrás de él se esconden las comarcas de Zamora, las Arribes, Vitigudino y Ledesma, con sus realidades peculiares.
La campiña del pueblo atrae poderosamente la mirada, que se siente prisionera de tanta arboleda verde oscura, y es lugar idóneo para disfrutar de la paz y del descanso que pide el trajín de cada día.
Monleras es un pueblo hospitalario y acogedor que invita a acercarse a su realidad sencilla y actual. Ahora tiene una oferta turística para los amigos del turismo rural que deseen gozar del senderismo y de sugestivos paisajes, un día, una semana o el tiempo que le plazca, en el Albergue de La Cabañuela que está en el Camino de Berganciano, a un tiro de piedra del Pantano, en el paso hacia las Arribes; allí seréis recibidos por la grata solicitud y amabilidad de Raquel y de Fati que son las promotoras y responsables del albergue.