domingo, 28 de enero de 2007

El otro nacer de Miguel angel

Cual si hubiera sido ayer, aun está fresca en nuestra memoria, la muerte del joven vasco Miguel Ángel Blanco, y, sin duda, permanecerá sangrante en el corazón de muchos hombres y mujeres de todos los pueblos, por mucho tiempo.
Miguel Ángel ha caído en tierra sin vida, cual otro Abel en las manos de Caín. El cainismo no se ha ido del vivir de los hombres. Está en su corazón, en su mente y en sus manos. La trágica voz de las pistolas, seguía los pasos de Miguel Ángel, e hizo detener su caminar humano, apagándose su aliento para siempre. Ya no pasea por las calles de Ermua, su rincón amado. No piensa, ni ocupa su asiento en el ayuntamiento. Ya no canta, ni ríe, ni habla. Sólo hablan por él, su recuerdo, su mensaje y su testimonio. Y el dolor de su madre, y la tristeza de su novia. Y la pena y las lágrimas de tantos corazones generosos y solidarios, que sienten esa muerte en su propia alma, y en su propia carne, ya que cada uno somos un poco de todos.
Miguel Ángel ha muerto, pero ha nacido de nuevo en cada uno de nosotros, donde vive y canta y ríe y reza. Y comparte con nosotros la Vida, esa que permanece y que no pueden matar las pistolas; esa que siempre puede satisfacer sus mejores anhelos y deseos de conocernos mejor para amarnos más.
Ojalá podamos descubrir a través de la muerte de Miguel Ángel, el verdadero valor de la vida, y que sepamos respetarla como el más sublime don del hombre. En plena juventud, cuando apenas había llegado a madurar, tuvo que gustar la amargura de sentirse odiado, hasta verse morir. Resulta estremecedor, conocer la negrura y profundidad del mal, de los son capaces de suplantar la vida con la muerte.
T __
¡Honor a ti, Miguel Ángel!. Desde tu libertad de ahora, escucha la canción de tantos corazones que sienten como tú, el amor a la vida. ¡Que su llama nos ilumine a todos!.