domingo, 28 de enero de 2007

Poema para el recuerdo

Todavía no nos ha abandonado la borrasca invernal, que se ha desatado y nos castiga hasta el extremo de que va dejando muertos en las carreteras, en los caminos y hasta en las calles.
Con ese motivo he recordado un poema, que mi padre, siendo yo niño, me repetía, al amor de la lumbre, en la casa rural, después de cenar, mientras zumbaba el ventarrón sobre los tejados, las calles eran anegadas por los aguaceros, y las fuertes heladas mataban la vida vegetal, haciendo tabla rasa de la hierba del campo, hasta dejarlo convertido en un páramo.
El poema que mi padre me recitaba, mientras ardía la candela de la cocina, cuando era niño, durante aquellas noches pavorosas, de lluvia, viento y nieve, era éste:
"Yo me acuerdo con pena esta noche/ del que está sin abrigo en las calles,/ contemplando la ajena alegría/ sentado a una puerta/ con frío y con hambre.
Yo me acuerdo con pena esta noche/ del perdido infeliz caminante/ que entre nieve que borra las sendas/ escucha a los lobos/ aullando acercarse.
Yo me acuerdo con pena esta noche/ del que cruza a tal hora los mares/ viendo en sueños el sitio vacío/ que habrá entre los suyos/ allá en otra parte".
Era la década de los veinte, cuando yo vivía los primeros años de mi infancia.
Ahora son otros tiempos, y ha cambiado mucho la vida, y estas situaciones apuntadas, son realmente excepcionales.
Sin embargo, yo mantengo este poema en el recuerdo, porque cuando llegan situaciones extremas en que peligra la vida del hombre a causa de temporales invernales, como el que hemos vivido estos días, y tragedias mayores que hemos conocido, siempre viene a mi memoria este poema y me arranca un sentimiento de solidaridad con el que sufre.
Y siempre habrá algún hombre, cuya única casa es la calle, expuesto a morir de frío y de hambre, en una noche de rigor invernal.
También habrá siempre algún infeliz caminante perdido por los infinitos caminos de la vida, acosado por los lobos del miedo a la muerte, que mira al abismo de la desesperanza.
Asimismo, en algún lugar de la Tierra, durante una noche de gélido invierno, siempre se encontrará algún viajero o emigrante, soñando con el sitio vacío que un día dejó en medio de los suyos, allá en otra parte.
Por eso este poema que me enseñó mi padre y que yo transmito a mis hijos, quiero que esté siempre en mi recuerdo, para que me haga descubrir dónde están mis sentimientos solidarios, cuando se desatan esa borrascas invernales.