domingo, 28 de enero de 2007

El día de los mayores

"El Club de la vida" es un programa radiofónico, que se emite sábados y domingos, de siete a ocho de la mañana, por Radio Nacional de España, radio uno. Está totalmente dedicado a la atención y servicio de las personas mayores. Sin duda, un programa altamente bienhechor para este colectivo, por lo que tiene de animador, orientativo y de información.
Escuchando este programa, me enteré de que el uno de Octubre es el día dedicado a las personas mayores. Idea acertada y feliz, si ello significa un merecido homenaje a las personas que han pasado ya su otoño vital, o por lo menos han entrado en él. El otoño vivencial, humano, es el rostro amarillo de la vida del hombre, porque es cuando se le van cayendo las hojas amustiadas de sus ilusiones y de su vitalidad, pero también, cuando maduran los frutos de la sabiduría y de la experiencia de cuanto ha ido interiorizando en sus horas vividas.
Día llamado a reflexionar sobre aquello que la sociedad da a los mayores y lo que estos le han entregado a lo largo de su vida. Cosa difícil de conocer con objetividad, porque a cada cual le parece que da mucho y que recibe poco.
Uno que ha saltado ya la frontera de los setenta, se siente autorizado para decir una palabra al respeto, por cuanto significa este día dedicado a honrar a los mayores. En principio, yo diría que dedicar el uno de Octubre de cada año, realmente en muy pobre como reconocimiento a los valores de una vida de ochenta o noventa años. Pienso que "el día de los mayores" ha de ser todos los días del año, del mes y de la semana, porque cada día, la persona mayor necesita ser amada y comprendida.
Aquello "del viejo el consejo" creo que es acertado. Sin duda la persona mayor ha sido capacitada por los años para aconsejar. El consejo no es otra cosa que transmitir una experiencia aleccionadora. El abuelo puede dar consejos a sus hijos y a sus nietos, porque él ha sido nieto, hijo, y también padre; pero ellos no han sido nunca abuelos.
Y ¿cuantas páginas de paciencia, solidaridad, sufrimiento, comprensión, amor, dudas y toda clase de pruebas, habrá escrito una persona de ochenta años, en el libro de su vida?. ¡Cómo habrán madurado en su mente y en su corazón la abnegación, la entrega y la conformidad!. ¡Cuántas veces habrá vencido su propios egoísmos y violencias!.¡Cómo habrá cultivado su generosidad!.En fin, ¡ con qué espíritu habrá vivido cada uno de los actos de su vida, que han ido conformando su personalidad!.
No es posible escribir, ni siquiera insinuar en una líneas periodísticas, como tampoco en cincuenta libros, lo que puede pensar, sentir y realizar una persona a lo largo de su dilatada vida. La historia de cada persona está colmada de misterios insondables. Hay muchas maneras de vivir la propia existencia. Uno piensa que debe ser vivida desde el agradecimiento, ya que la vida da a raudales cada día. Y debe ser compartida, porque Dios comparte su vida con nosotros.
La persona mayor debe de saber, cuando camina, tal vez ayudada de un bastón, por un paseo urbano o por una callejuela rural, que está peregrinando hacia la eternidad, porque es portadora de una vida eterna. Una vida que tiene sentido, que no va hacia la nada.
La persona mayor debe estar enamorada de la vida. Una vida que ha madurado con el sol de todos los días. Que hace surgir de ella una brisa amable, como una caricia. Y esto, lo transmite, lo siembra, lo regala.
La persona mayor es como esa fruta que se convierte en zumo para nutrir el tejido social, mientras se libera de la pulpa de todos sus egoísmos.
Su imagen, en el momento de su tránsito, es el río cuando llega al mar de su muerte, que por la mañana sube al cielo en una nube blanca.