sábado, 27 de enero de 2007

Experiencias vividas

La vida del hombre está jalonada con las experiencias de cada día. Son como hitos luminosos que vienen a iluminar nuestra historia y que siempre están presentes ante nosotros.
Quiero referirme a esos acontecimientos profundos y trascendentes, a veces graves, que marcan momentos decisivos de nuestra vida y que nos descubren lo más peculiar de la condición humana. Tales como su debilidad y brevedad. Esto ocurre cuando nos sentimos impotentes y parece que se toca la propia raíz de la existencia que se nos escapa.
Es como una luz que ilumina la mente y te ayuda a ver mejor la realidad de la vida, ese regalo enriquecido por tantos valores corporales y espirituales al que hemos de cuidar y ante todo amar.
Y hay algo muy importante que descubrimos en esas situaciones límite, de riesgo y gravedad, cuando hemos podido superar las consecuencias del acontecimiento: es el amor que tu situación ha conseguido despertar entre las personas de tu mundo conocido que te rodea y estima. Entonces observas cómo se movilizan los más cercanos a ti, que son tu familia porque sienten al unísono contigo, llevan tu sangre, y te quieren.
También tus amigos se sienten conmovidos por el acontecimiento y se apresuran a mitigar tu pena y tu dolor con las palabras de ánimo y de esperanza más afectuosas que encuentran en sus labios.
Y tus vecinos y compañeros sintiéndose solidarios, se detienen contigo y te saludan muy atentos expresándote el mejor de los deseos para tu total y pronta recuperación.
Entonces te das cuenta de que no es verdad que no haya amor ni solidaridad en el mundo, como " algunos" aseguran, porque tú los has sentido vivamente en tu corazón. Y has descubierto y conocido la bondad, que viene a despertar en ti el deseo de ser bueno con los demás.