martes, 30 de enero de 2007

Apoteosis teresiana

Estamos viviendo un momento de exaltación teresiana. En Alba de Tormes han brillado las fiestas en honor de Teresa de Jesús; Juan Pablo II termina de declarar Doctora de la Iglesia a Teresa de Lisieux, y hace pocos días, tuvo lugar el tránsito definitivo, con aureola de santidad de Teresa de Calcuta.
Tres estrellas que brillan con luz propia en el firmamento de la Iglesia Universal, y bellas flores del jardín carmelitano.
Me propongo solamente hacer un breve apunte, acerca de cada una de estas tres Teresas, que han vivido diferentes momentos históricos, y alcanzado las más altas cimas de la santidad, por caminos diferentes.
Teresa de Jesús, cuya grandeza viene definida por su vida y por sus obras, significa un hito glorioso en la historia de España y de la Iglesia universal, así como en las ciudades en que nació y murió.
Andariega de los caminos de Castilla y de Andalucía en la siembra de "palomarcitos" carmelitanos, para la reforma de su Orden, nació en Avila el 28 de Marzo de 1515, y murió en Alba de Tormes el 15 de Octubre de 1582.
Hija de padres de ascendencia judía, pasó la mayor parte de su vida fundando conventos de la Orden Carmelita Descalza, buscando la autenticidad en la fe, la esperanza y el amor en Jesús de Teresa, al que entregó su propia vida.
Durante su recorrido entre Avila y Alba de Tormes, tuvo tiempo para hacer numerosas Fundaciones, en las que hoy, después de siglos de historia se mantiene con toda su frescura y vitalidad el espíritu de esta mujer excepcional, como también escribir incontables páginas y libros de espiritualidad.
Entre ellos destacan, "Libro de la Vida", "Camino de Perfección, "Meditaciones sobre los Cantares, "Moradas del Castillo Interior, "Cuentas de Conciencia", "Exclamaciones",
"Poesías", "Libro de las Fundaciones, "Constituciones", "Visita de Descalzas" y "Avisos.
Además nos ha dejado un "Epistolario" de 468 cartas a otros tantos destinatarios, desbordantes de sabiduría y espiritualidad.
Devota ferviente de la Familia Trinitaria y de la Sagrada Familia, nos dejó trazado un camino humano divinizado, que ella siguió con una vocación integral.
Tampoco hemos de silenciar lo esencial de su vida: la propia santificación, y el mensaje de amor que ha dejado para futuras generaciones.
A continuación cito algunas estrofas aisladas de sus poesías líricas, que serán para el lector como exquisitos bombones de espiritualidad.

"Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero
que muero
porque no muero"
"Yo toda me entregué y di y de tal suerte he trocado que mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado"

"Cruz, descanso sabroso de mi vida, Vos seáis la bienvenida"
Teresa de Lisieux, o Teresa del Niño Jesús, como se quiso llamar, hizo suya la infancia de Jesús, se identificó con su condición de Niño y quiso sentirse niña como El.
Le entusiasmaba la idea de ser ella para Jesús un juguete de los más baratitos, con el que el Niño Dios se encontrara feliz. Al nacer recibió el nombre de Teresa Martín, cuyo apellido recuerda raíces hispanas.
Esta Teresa, vive una vida de sufrimientos, venidos de la penosa enfermedad de su padre y de la gran austeridad del monasterio. Recorrió un camino pequeño y doloroso: pequeño, porque fue corta su vida, pues murió a los 24 años; y doloroso, por las grandes pruebas que hubo de soportar.
Escribió "La historia de un alma", autobiografía en la que se manifiestan sus experiencias místicas y se muestra su profunda espiritualidad.
Decía que no era lo más importante el hacer cosas grandes, sino en poner, en las pequeñas, un amor grande. Trataba de vivir su vida cotidiana con toda humildad, gustando y compartiendo el amor de Dios con los demás.
Su vocación era el amor. Afirmaba: " en el corazón del cuerpo de la Iglesia, yo seré el amor".
A los 23 años enferma de tuberculosis, lo que convirtió el camino de su vida en un verdadero viacrucis. Sin embargo, ella quería vivir con alegría, el abandono del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su padre, de quien lo espera todo.
Cuando le preguntaban si aceptaba sus dolores, contestaba: "me gusta todo lo que Dios hace". Y obre su muerte decía que cuando, cansada de caminar, llegara al final de su vida, descansaría en los brazos de Dios.
En fin, una vida corta, purificada por los sufrimientos y sublimada por el amor.
Vivió el más profundo deseo de que la Palabra y el Amor de Dios llegase a todos los hombres de todos los lugares, por lo que fue nombrada Patrona de las misiones.
En este año en el que se cumplía el primer centenario de su muerte, y en el mismo día del Domund, el Papa Juan Pablo II la ha proclamado Doctora de la Iglesia.
Teresa de Calcuta, conocida en el mundo entero como la madre de los pobres, por los que cada día entregaba su vida, cargando con todas las carencias de los hombres que se encontraba en su camino. Conviene aclarar que los pobres para la Madre Teresa era todas las personas que sufrían por cualquier motivo.
"Los pobres son maravillosos; poseen una extraordinaria generosidad; nos dan mucho más de lo que nosotros les damos a ellos": eran sus palabras.
Y sigue su discurso: " la desdicha de los pobres, no es sólo la carencia de cosas materiales, sino sus heridas espirituales".
Es evidente que hay muchas clases de pobreza: todos somos pobres en algo. Cada hombre tiene sus carencias.
La Madre Teresa vivía la preocupación por la redención de los pobres: "sólo unidos, podemos redimirlos". Y quería satisfacer sus hambres, llegando a sentir lo que ellos sentían, haciendo suya el hambre de ellos.
Decía:" los pobres son el mismo Cristo. ¿Compartiremos con los pobres, como Jesús comparte con nosotros?.
En su pensamiento espiritual se puede leer: "sentirse felices con Dios en este mundo supone algunas cosas: amar como El ama; ayudar como El ayuda; dar como da El; salvar como El salva; permanecer siempre en su presencia, experimentando su contacto en los pobres y en las personas que sufren".
Teresa de Calcuta: camino de amor y generosidad, abierto en el mundo en este final del segundo milenio.