domingo, 28 de enero de 2007

Cottolengo sufriente

Este Cottolengo está asentado en La Fragosa, que responde a la condición de aquel paraje, lugar agreste y escarpado del corazón de las Hurdes. Por allí discurre sobre piedra pizarreña el río Hurdano. La piedra es el rostro de aquella tierra, en la que aflora el dolor de la vida a raudales.
Estamos hablando de una Casa de acogida, en la que las Hermanas Servidoras de Jesús, del Cottolengo del Padre Alegre, cuidan con amor maternal a medio centenar de enfermos pobres, deficientes psíquicos profundos, verdadero testimonio de su incondicional seguimiento al Crucificado.
Visitar, en estos días de Semana Santa, este Centro sostenido por la caridad cristiana, es un verdadero acto de penitencia, si se acerca uno a aquellos enfermos dispuesto a compartir con ellos los sufrimientos de su vida.
Lo que sale del corazón al contemplar tanto desvalimiento, es una infinita compasión hacia aquellas personas, que forman parte de nuestra propia vida, como seres humanos que son, experimentándose una absoluta impotencia ante aquella situación.
Porque, ¿qué más puedes hacer por esos pobrecitos enfermos, que no se pueden valer para nada, sino es hacer tuyo su sufrimiento, y darle aliento y cariño, además de dejar un donativo en las manos de aquellas hermanas que sirven a Jesús en sus miembros más doloridos?.
Y resulta conmovedor y aleccionador el acercarte a tanto sufrimiento, pero también a tanto amor generoso. En este Cottolengo del Padre Alegre se dan la mano el dolor y el amor. Los dos se reciben: uno es aceptado y el otro entregado, y ambos son sublimes, porque es la agradecida respuesta humana al Creador.
Con la visita al Cottolengo siempre te traes en tu interior toda la grandeza invisible que allí descubren los ojos de tu corazón.