lunes, 1 de enero de 2007

Espíritu

Cuando decimos, SANTIFICADO SEA TU NOMBRE, queremos expresar el deseo de que el nombre de Dios sea santificado en nuestra vida, por nuestras buenas obras.
Pero, esto implica nuestra propia santificación, porque nosotros estamos llamados a ser santos. Dirá el Padre:” sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo”.Y Jesús también dirá:”Sed santos como vuestro Padre Celestial es Santo”.
Pero, ¿cómo podemos nosotros ser santos, si sólo Dios es Santo? El Padre es esencialmente santo por naturaleza; nosotros lo somos por participación. A nosotros nos hace santos el Espíritu Santo, que se nos da por medio de Jesucristo.
La Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, fuente de todo Amor, se empeña en venir a nuestra vida para llenarla de los dones del Espíritu Santo, y hacernos partícipes de la santidad de Dios, que se nos promete en el Cielo.
Escuchemos y acojamos el mensaje de la Palabra de Dios, y lo hagamos alimento de nuestra vida.